Amy

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Amy Winehouse podría ser la Janis Joplin de una generación. Si bien no perteneció a un momento de fuerte transición histórica y social (incluyendo una épica aparición en el legendario Festival de Woodstock), su voz y letras permanecen en un pedestal, y con justa razón. Su obra en vida sólo abarca dos álbumes de estudio, evidenciando la calidad por encima de la cantidad. Sus canciones son un reflejo honesto de situaciones y personas que no sólo pueden existir en la conciencia de muchos, pero nacen de ella misma. Como se repite varias veces en Amy, documental de Asif Kapadia (responsable por el excelente y multipremiado documental Senna), la obra de Winehouse venía, ante todo, de ella misma.

Y ese parece ser el eje central de la cinta: al igual que la premisa del excelente programa televisivo Inside The Actors Studio, donde James Lipton, decano del programa dramático en Pace University, intenta encontrar los motivos de creatividad en sus invitados (generalmente actores, directores, y músicos), Kapadia quiere saber de dónde vino la Amy Winehouse que el mundo conoce, y las consecuencias de la transición.

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El documental de Asif Kapadia se compone de material grabado por distintas personas en la vida de Amy Winehouse

Los resultados son tristemente conocidos (Winehouse murió en 2011, resultado de una compleja adición), pero la cinta narra un proceso. Al igual que en Senna, Kapadia está fundamentalmente interesado en su protagonista, y la estrategia de descubrimiento puede ser vista como una reflexión sobre los principios detrás de la realización documental. El punto de vista es considerado un elemento crucial, y a través de entrevistas con parientes, amigos y productores, Amy captura la mayor cantidad de perspectivas posibles. Pero la cinta también existe a partir de una investigación cuasi-detectivesca: la trama se desenvuelve de acuerdo a la evidencia que Winehouse dejó en el mundo, expresada en fotografías y horas de material grabado por diferentes personas. Kapadia no es juez sino testigo, como todos los demás. Más aún, la idea de "dirigir" una historia de este tipo podría cuestionar las características esenciales del oficio: en vista de que la historia real no sólo está finalizada desde hace varios años, sino que se expresa de una forma orgánica mediante grabaciones previamente realizadas, la relación director-obra (ya de por sí interesante en el caso documental) podría estar de cabeza: en lugar de empujar los hechos hacia una narrativa coherente, la narrativa ya existe en el orden natural de los hechos.

Esto no quita prestigio al increíble trabajo de edición realidad por Kapadia y su equipo, donde, conforme la historia de Winehouse llega a su trágico desenlace, el énfasis en ciertas imágenes revela más sobre su estado que cualquier palabra. Sin embargo, no es una obra en absoluto denigrante, sino, como resultado de todas las voces narrativas en ella, extrañamente objetiva. Kapadia no necesita llegar hacia una perspectiva sobre Winehouse, porque ya hay mil: en sus productores, en sus amigas, sus parejas, su familia. Todas sin ningún eje competitivo, y claro acompañante al elemento más claro en la narrativa de Amy: la propia Winehouse, en imágenes y sonidos donde ella vive. Para el horror de los psicólogos, quizás nadie se conoce mejor que uno mismo.

Amy Winehouse fue juzgada como muchas cosas (dato que aquellos cercanos a su vida profesional recuerdan bien): fue autora e intérprete, desavergonzada de su propia voz, profunda conocedora del jazz. Fue gloria y tragedia, quizás como muchos en algún punto de la vida. Y en lo que respecta a la cinta de Kapadia, es todo eso, en un exitoso intento de respeto, y quizás el acto de compresión más preciso a la mujer detrás de una obra joven, pero indudablemente histórica.