Antiviral. La saga Cronenberg se perpetúa en Sitges 2012

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Y es que como dice el titulo, se hace ver en Antiviral, la gran estrella de las proyecciones en el séptimo día de festival, una continuidad en ese cine tan característico de David Cronenberg, esta vez a manos de su hijo Brandon. Antiviral es una película hermosa, por estética, enfermiza, por planteamiento, y enórmemente angulada por fotografía. Con un fascinante uso de la perspectiva y de la asepsia del color blanco, Antiviral es una película que resulta cautivadora, pero cuyo mensaje, en un punto distópico de la exacerbada superficialidad en la que vivimos, inquieta y proyecta en el espectador una sensación de desasosiego difícil de ignorar. El argumento es un agregado de un ficticio mercado de enfermedades de famosos y de gente anónima dispuesta a pagar por compartir sus enfermedades. Ante el visionado de la cinta, uno no puede evitar preguntarse si una de las enfermedades, metafóricamente hablando, es la fama, la moda o una mezcla de ambas, siempre impregnado de ese aura de superficialidad que al público crítico no le costará encontrar a su alrededor. No hay diversión en Antiviral, sólo la desgarradora descripción de lo cotidiano en una paráfrasis. Antiviral es una película profundamente religiosa, de principio a fin, donde las celebridades son los nuevos dioses y los acólitos, llegan a cualquier extremo por tal de sentirse bendecidos por su toque a modo de particular redención. Una gran película, con muchísimos elementos que apuntan a cine de culto, pero que resulta compleja en su digestión.

Mucho más frívola se presentaba Grabbers de John Wright. Con un argumento ciertamente poco complejo (en este caso, es lo de menos) Grabbers trata de una invasión extraterrestre de una pequeña isla irlandesa que resulta en sí misma una referencia continua al cine de pequeños monstruos que tanto se extendiera en los 80 (Gremlins, Critters,...). Nos encontramos en Grabbers una cinta de horror ligero, casi artesanal, que entretiene sin mayores pretensiones que la mencionada vuelta a la década dorada de la serie B. Lo inverosímil de las situaciones, la belleza de los paisajes y la sencillez de sus personajes, juega en favor de un metraje ligero y desenfadado que cumple su cometido. El principal problema reside precisamente en la falta de propuestas originales, con lo que, pese a resultar enormemente simpática, no llega a alcanzar el vuelo ni la tensión necesaria para redondearse, lo que perjudica  al desenlace, demasido plano.

Todo lo contrario resultaba ser Wrong de Quentin Dupiex. Dupiex vuelve después de la incunable Rubber con una nueva esquizofrenia surrealista de principio a fin, absolutamente novedosa y fresca. En un universo repleto de sorpresas, cuesta adivinar si lo que se presencia es un universo paralelo o la mente de un loco. El espectador va descubriendo ese universo alejado de lo conocido a través de los ojos del protagonista en su afán por encontrar a su mascota perdida. Interpretaciones absolutamente fantásticas, con diálogos delirantes que nos llevan a descubrir unos esquemas de realidad completamente desconocidos en clave de humor, mucho humor que hacen que una cinta tan experimental como esta no decaiga en la monotonía, y al contrario, se plasme como refrescante y divertida.

Caterpillar, de Koji Wakamatsu, supuso en el séptimo día, el contrapunto. Un drama japonés antimilitarista que es un claro alegato en contra de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Un soldado japonés, es devuelto a casa cargado de condecoraciones después de haber perdido las piernas, los brazos, la capacidad de escuchar y de hablar. Filmada con muy pocos medios, nos encontramos ante un intenso drama en el que sus protagonistas se embarcan en una lucha contra sí mismos y su reputación, al tiempo que se tambalea su posición en la sociedad conforme la guerra avanza y se acerca el momento de la derrota, para precipitar en un final desolador que plasma la indecencia de la guerra. Caterpillar nos muestra un punto de vista en la que el héroe da paso al monstruo con un planteamiento sólido e independiente.

Muy esperado era el estreno de Dracula 3D, pero decepcionó. La nueva cinta de Dario Argento no aporta absolutamente nada y se pierde en un mar de debilidades rodadas, eso sí, estereoscópicamente, pero que en ningún momento llega a levantar el vuelo; es más, conforme transcurre la película, la narrativa se va volviendo más y más soporífera lo que hizo que parte del público fuera incapaz de rematar el visionado y se levantaran del cine. Se sigue esperando al gran Dario Argento de Rojo Oscuro y Suspiria, al que la horda de fans continúan otorgando oportunidades una y otra vez, y no es para menos. Estamos hablando de uno de los grandes del cine de terror,  pero hay que reconocer que en este caso, erra el tiro.

Finalmente, Crawlspace llegaba avalada por la productora responsable del western australiano Red Hill. Dirigida por Justin Dix, uno de los grandes de la estética space opera, muy involucrado en la segunda serie de películas de la saga de Star Wars. Con estos mimbres, es de esperar una película con gran manufactura, pero, a pesar de la estética claustrofóbica que desprende, la película se muestra como una sucesión de eventos intrascendentes completamente entrelazados a través de caóticos flashbacks que en la mayor parte de las circunstancias no hacen si no confundir al espectador, que se las ve y las desea para encontrar un argumento consistente. Es por ello que Crawlspace supone una decepción para los que esperaban una película de género consistente. Aun así, se pueden rescatar muchos elementos, sobre todo visuales como la iluminación y la geometría con la que se muestra, aunque probablemente estemos hablando de una cinta que se desvanecerá en el tiempo y la memoria.