De acuerdo con la sinopsis oficial de "La mujer de oro" ("Woman in Gold"), tras huir de Viena sesenta años atrás durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer judía llamada Maria Altmann emprende un viaje para reclamar las posesiones que los nazis confiscaron a su familia, entre ellas la célebre obra de Gustav Klimt “Retrato de Adele Bloch-Bauer I”. El joven abogado Randy Schoenberg echará mano de su valor para suplir su falta de experiencia al acompañarla en esta lucha que los llevará hasta el corazón del gobierno austriaco y la Corte Suprema de Estados Unidos. Por el camino, Maria deberá enfrentarse a las terribles verdades de su pasado.
Helen Mirren encarna a esa mujer de armas tomar y comparte cartel con actores de la talla de Ryan Reynolds y Daniel Brühl, además de Katie Holmes, Max Irons y Tatiana Maslany.
¿Qué habría sido de las grandes obras de arte si alguien no hubiera velado por ellas en las grandes guerras del siglo XX? Múltiples son las leyendas (algunas más reales que otras) en torno a milicianos que arriesgaron su vida por salvar algunas de las joyas de la humanidad en un contexto que echa por la borda siglos de patrimonio cultural. Pues bien, hubo una mujer (esta sí, real) llamada María Altman, que se atrevió a llevar a los tribunales al mismísimo gobierno austriaco tan solo para recuperar “una de las obras maestras de uno de los artistas más importantes de Austria” (tal y como escuchamos en la voz de Helen Mirren en la película), el “Retrato de Adele Bloch Bauer I”, del pintor modernista Gustav Klimt. Pero ella no veía en aquel cuadro, considerado para muchos como "La Mona Lisa de Austria", un joya universal, sino un retrato de su tía, un símbolo de la lucha de su familia contra los horrores del pasado, motivo por el que trataría de sacar la pieza del museo y devolverla al hogar familiar.