Cartel Land: El bueno, el malo, y el público

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Manuel Cruz

@cruzderivas

En sus últimos 10 minutos, Cartel Land resume los cimientos que conforman a México, benéficos y terribles por igual. En los 80 y tantos minutos que anteceden a su ejercicio histórico, enfrenta uno de los temas más amplios de la historia reciente en el país: La guerra contra el narcotráfico, reside entre perspectivas y opiniones, y Matthew Heineman interviene con una historia que, sin cubrir el panorama completo de la situación (porque ello necesitaría más espacio que una sola película), si ofrece una tesis clara sobre el escenario donde ocurre, mediante el poder de la narrativa cinematográfica.

Cartel Land no es un reportaje sobre la guerra contra el narcotráfico en México, sino la historia de dos buenos, separados por una frontera y una galaxia de malos. Del lado estadounidense está Tim Foley, habitante de una tierra baldía a muchos kilómetros de la vigilancia gubernamental, y que recientemente se ha vuelto lugar de pasaje para los cárteles mexicanos. Sin nadie "legal" que le ayude Foley decide tomar el problema en manos propias y redefinir la noción de "vigilante”: un sujeto que defiende a su tierra.

En México, la situación debería estar al revés: el estado de Michoacán tiene una gran población, un sistema de agricultura, escuelas, y centros médicos. Sin embargo, gran parte de sus habitantes son víctimas directas de los carteles, que gradualmente se apoderan de la moribunda (o inexistente) legalidad estatal. Ante la situación, Manuel Mireles, cirujano del estado, decide crear un grupo de resistencia civil que velozmente se transforma en un pequeño ejército responsable por desmantelar el poder de los cárteles, muy para la incomodad del gobierno.

Cartel Land se enfoca en un grupo de Autodefensas en Michoacán, liderado por Manuel Mireles
Cartel Land se enfoca en un grupo de Autodefensas en Michoacán, liderado por Manuel Mireles

¿Quién provee de armas, camionetas y radios al equipo de Mireles? Aunque las respuestas se van aclarando, Cartel Land no está interesada en las cifras y en vista de que toda la historia de Mireles fue cubierta por diversos medios durante su desarrollo (como la revista Proceso), es probable encontrar aquella información. Heineman cuenta una historia de conflicto humano, enfocado en presentar los encuentros y avances en ambos lados de la frontera con un estilo de realismo (la fotografía permanece en movimiento constante y cerca de la acción) y glorificación justificada, a través de montajes donde ambos grupos vigilantes patrullan el terreno rescatado, y enfoques en el rostro de Mireles que, con su sombrero y bigote ya se asemeja a un vaquero en pro de la justicia. Por momentos, la cinta parece confirmar que los héroes existen.

Pero todas las historias de héroes tienen conflictos, rivalidades, gritos de tuerca y fracasos, y es ahí donde Cartel Land brilla como proeza narrativa: Heineman y su equipo de editores logran una estructura dramática asimilable a cualquier espectador, a partir de horas de pietaje crudo y un tema de indudable complejidad. Pero el enfoque humano funciona, el retrato de un enfrentamiento comparable a David y Goliath cuyo final parecería tener una intervención fantasmal de Shakespeare. Cartel Landatraviesa todos esos momentos sin falla, y al final, precisamente porque es un documental, los confirma dentro de la cotidianidad nacional.

Cartel Land no es una cinta que explore los datos, o el consumo de la droga en Estados Unidos y su evidente impacto en México. Y si bien deben existir documentales que exploren esos temas, Cartel Land retrata la raíz de todo bien o todo mal con una extraordinaria facilidad narrativa: el comportamiento humano. Es necesaria para México y el mundo porque reduce una historia aparentemente compleja a una relación de decisiones y consecuencias. Porque tal relación existe detrás de la guerra. Pero también existe - como potencial moraleja de Heineman a su audiencia - detrás de los cambios que mejoran a una historia.