Cinco películas para conocer el cine de Woody Allen

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La inmortalidad de Woody Allen estaba asegurada desde los setenta, cuando se estrenó Annie Hall (1977). Sin embargo, si hay algo que debe reconocérsele, es que no se ha quedado con las manos cruzadas esperando subir al empíreo de la historia del cine por una obra. Hasta el 2016, su filmografía araña la media centena. Con periodos más lúcidos que otros, ver películas del neoyorquino es una estación obligada para todo aquel que disfrute del séptimo arte. La imperfección de la vida frente el arte, el psicoanálisis, las relaciones de pareja, el proceso creativo son algunos de sus temas. ¿Cuáles serán las puertas de entrada al universo allenesco? Les presentamos una lista de cinco sugerencias.

5. Match Point

Los noventa no fueron los años más fructíferos para Woody Allen. Si bien nos encontramos joyas como Los enredos de Harry (1997), en donde el neoyorquino se da el lujo de trasladar la deconstrucción de Jacques Derrida al lenguaje del cine para hurgar en la mente del escritor ficticio Harry Block, del cineasta que amaba Nueva York, a Ingmar Bergman y al jazz, parecía que sólo había quedado la cáscara del neurótico de manías afectadas. Es con Match Point (2005) donde aparece rejuvenecido, como si hubiera visto a la mujer más atractiva del mundo. Y sí, la encontró. Scarlett Johansson, como la actriz Nola Rice, es una alegoría de la lujuria, en una historia donde como en Crímenes y pecados (1989), se indaga sobre las consecuencias de los actos en un universo frío e inmenso. A ese panorama, se agrega un elemento que incide en las decisiones de los personajes: la suerte. ¿Qué tan relevantes son nuestros sistemas para dirimir qué merece cada quien, si las acciones, como en un juego de tenis, dependen de qué lado de la cancha cae la pelota? Con una admirable actuación de Jonathan Rhys-Meyers, como un hombre atormentado por sus decisiones, y con secuencias memorables donde la pasión y la lujuria brotan de la pantalla, el filme es una tragedia clásica en el siglo XXI.

Secuencias memorables donde la pasión y la lujuria brotan de la pantalla...
Secuencias memorables donde la pasión y la lujuria brotan de la pantalla...

4. Medianoche en París

Allen remite a sus héroes a la menor provocación: Hemingway, Fitzgerald, Stein, pero nunca los había retratado en una película. Medianoche en París (2011) es el homenaje del cineasta a aquellos artistas que le mantuvieron encendida la fe por la humanidad, y de paso, como lo hace en Manhathan (1979) por la Gran Manzana, declara su amor por París, por sus luces y la simetría de sus calles, por ese lugar en la Tierra cuya belleza parecería incomprensible en el mencionado universo frío e inmenso. Gil Pender (Owen Wilson) es un escritor estadounidense a punto de casarse con Inez (Rachel McAdams); juntos viajan a París. En una de sus caminatas nocturnas, Pender encuentra, debajo de un reloj, una ruptura en el tiempo y espacio donde le es posible viajar a su época favorita de la historia: los treinta parisienses, donde escritores, cineastas, y todo aquel que quisiera celebrar encontraba la bohemia a la vuelta de la esquina. Hasta en el hecho de no aparecer en el reparto, y que su típico protagonista neurótico sea interpretado por un actor más joven, se vislumbra un espíritu renovado, la aceptación de que los tiempos pasados no fueron ni mejores, ni peores, y de que las caminatas bajo la lluvia y la música de Cole Porter se inscriben también en el gran orden las cosas. Digna de destacar es la secuencia donde Dalí, Man Ray y Buñuel reflexionan sobre la situación sentimental de Gil Pender: los mejores minutos de Adrien Brody después del Óscar.

Digna de destacar es la secuencia donde Dalí, Man Ray y Buñuel reflexionan sobre la situación sentimental de Gil Pender
Digna de destacar es la secuencia donde Dalí, Man Ray y Buñuel reflexionan sobre la situación sentimental de Gil Pender

3. Zelig

Antes de que Forrest Gump pudiera estrechar la mano de J. F. Kennedy y se sentara al lado de John Lennon en un programa de televisión, Leonard Zelig escuchó un discurso de Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial. En 1983, once años antes que aquella película de Robert Zemeckis, Woody Allen creó un documental falso en el cual fue necesario añadir a los actores en grabaciones históricas de la Alemania nazi o en estadios recién construidos de béisbol; se dice que para lograr la apariencia vieja del metraje, literalmente se pisotearon las cintas. Lejos de las curiosidades técnicas, Zelig, el personaje principal de la película, padece de una psicopatía que no le permite tener identidad propia, a tal nivel que toma los rasgos y modos de los grupos con quienes tiene contacto: un hombre camaleón que podía ser partidario del Tercer Reich, y después rezar en hebreo con barba y patillas crecidas. Zelig es una cómica reflexión sobre los límites de la personalidad y de hasta dónde la idea de pertenencia puede ser tan baladí como satisfacer los requisitos de un club social. El trecho histórico entre la crisis del 29 y finales de los sesenta permite que los objetivos de burla vayan del socialismo hasta el psicoanálisis. Una de las grandes comedias de Allen.

Leonard Zelig en un discurso de Hitler
Leonard Zelig en un discurso de Hitler

2. Annie Hall

A más de 30 años de distancia, se puede establecer la influencia de Annie Hall en películas como Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos y 500 Días con Ella en la forma de hurgar entre los fragmentos de la ruptura amorosa. En el caso del comediante Alvie Singer (Allen), la historia de su rompimiento con Annie (Diane Keaton) nos lleva hasta su infancia en una casa debajo de una montaña rusa o a su primera visita al psicólogo porque tenía miedo de que el universo se reventara de tanto expandirse. Y es que habría que indagar en los escondrijos de la mente para encontrar la respuesta de por qué Annie Hall se fue a kilómetros de la isla de Manhathan. Singer concluye que sólo en el arte la vida puede ser perfecta, y que las relaciones son tan absurdas e irracionales como los huevos de un ser humano que se cree gallina; a pesar de eso, vale la pena de insistir en ellas. Woody Allen hace un despliegue de recursos como la animación o poner en subtítulos lo que están pensando los protagonistas mientras hablan, para que, entre obsesiones, apegos y una energía nerviosa, nos cuente una bella historia de desamor.

abría que indagar en los escondrijos de la mente para encontrar la respuesta de por qué Annie Hall se fue a kilómetros de la isla de Manhathan
Habría que indagar en los escondrijos de la mente para encontrar la respuesta de por qué Annie Hall se fue a kilómetros de la isla de Manhathan

1. La Rosa Púrpura del Cairo

En la Gran Depresión en Nueva Jersey, Cecilia (Mia Farrow) es una mesera que está casada con un hombre holgazán y vil; su único refugio ante este escenario desolador es el cine de la localidad, en el cual se estrena La Rosa Púrpura del Cairo. Después de que Cecilia asiste a ver varias veces la película, Tom Baxter (Jeff Daniels), arqueólogo aventurero y protagonista de esa historia, rompe la cuarta pared, y en plena función le declara su amor a la mujer. El recurso metacinematográfico no sólo le sirve a Allen para crear situaciones chuscas sobre cómo actuaría un héroe con ideales caballerescos al entrar a un burdel, o sobre qué sucede durante la transición en negro después de la secuencia del beso apasionado. Es un homenaje del judío miope y nervioso a un arte que reconforta por medio de hacernos creer que de la chistera del mago hay átomos mágicos. La secuencia final de Cecilia viendo una secuencia de Sombrero de Copa es el epítome de la experiencia de quien ama las películas como juguetes de la infancia. Conmovedora.

La Rosa Púrpura del Cairo: Un homenaje del judío miope y nervioso a un arte que reconforta por medio de hacernos creer que de la chistera del mago hay átomos mágicos
La Rosa Púrpura del Cairo: Un homenaje del judío miope y nervioso a un arte que reconforta por medio de hacernos creer que de la chistera del mago hay átomos mágicos