Cine experimental y tragicomedia a partes iguales en el segundo día de SEFF'11

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Si ayer la jornada quedó marcada por el desafortunado fallo técnico que privó a los espectadores de la proyección de Los Muertos No se tocan, Nene, hoy hemos podido asistir a lo que esperábamos que el Festival de Cine de Sevilla fuese desde el principio, un escaparate que nos mostrara el panorama cinematográfico europeo actual.

Comenzó el día con la proyección especial para la prensa de The Mill and The Cross, de Lech Majewski que firma una espléndida producción polaco-sueca en la que el espectador se introduce en la mente del pintor holandés Pieter Bruegel durante la génesis de su cuadro El Camino al Calvario. Como si de un guía de museo se tratara, Majewski dibuja un panorama gris y oscuro y nos presenta una cinta deudora del surrealismo de los años sesenta y setenta en la que Rutger Hauer y Michael York interpretan a Bruegel y su mecenas el banquero Jonghelinck respectivamente, acompañados de Charlotte Rampling como secundaria de lujo. La película que, en palabras del director, supuso cuatro años, luce unos sobrecojedores efectos digitales que convierten los cuadros originales de Bruegel en escenarios donde tiene lugar la acción.

Si The Mill and The Cross es un ejercicio de surrealismo, The Turin Horse, la última película del realizador húngaro Bela Tärr tendría un difícil calificativo. Rodada en blanco y negro, con una persistente tempestad de viento como acompañante y parte integral de la banda sonora, la película supone de principio a fin un ejemplo claro de cine experimental con un poso de existencialismo y mención expresa a la degeneración de la conducta humana, una alegoría apocalíptica de la sociedad plasmada en un intenso diálogo de apenas diez minutos. La historia, de difícil resumen, es una sucesión de ideas y símbolos lanzados al espectador, de tal forma que, dependiendo del estado de ánimo, se pueden llegar a percibir argumentos diferentes cuyo único nexo de unión sería la sobria interpretación de János Derzsi y Erika Bók como padre e hija que sobreviven a un duro invierno en una granja con la única compañía de su caballo. Densa, fuértemente geométrica y con largas secuencias, la película se sobrepone a su propia concepción para elevarse como, tal vez, una de las cintas de más difícil digestión de 2011.

The Artist, de Michael Hazanavicius, tiene varios puntos en común con The Turin Horse. Ambas están rodadas en blanco y negro. Ambas vienen avaladas por el éxito de crítica en Sitges 2011. Así mismo, las dos son películas visualmente muy geométricas y experimentales, pero aquí acaban las similitudes. The Artist, es una tragicomedia sin diálogos (otros dirían que muda) que homenajea al star system previo a la irrupción del cine sonoro y que es visualizado a través de la decadencia de una estrella del cine mudo, George Valentin (clara alusión a Rodolfo Valentino) interpretado por Jean Dujardin y la irrupción simultánea de una estrella del sonoro, Peppy Miller, interpretada por Bérénice Bejo, acompañados de un ramillete de excepcionales secundarios; James Cromwell, John Goodman, Malcom McDowell y Penelope Ann Miller. The Artist posee escenas hilarantes y otras terribles, perfectamente harmonizadas para dar lugar a una emotiva película con la que se disfruta de principio a fin, y que se altamente recomendable. Merece la pena hacer notar que previamente a la exhibición de la película, el distribuidor y realizador Enrique González-Macho, recibió el Premio de Honor nacional del SEFF por su dilatada carrera.

Más ligera, pero igualmente tragicómica, llegaba la coproducción Franco-Belgo-Británica, Late Bloomers, traducida al español como Tres Veces 20 años. Una reflexión sobre la madurez humana en forma de comedia de situación donde William Hurt e Isabella Rosselinni representan un matrimonio, Adam y Mary, ya entrado en años que afrontan cada uno a su manera la entrada en la vejez, él queriendo reverdecer viejos laureles gracias a un proyecto común con un grupo de jóvenes, ella saturando la casa de elementos geriátricos en una delirante espiral de acontecimientos que desemboca en una crisis matrimonial a la que los hijos ya crecidos del matrimonio asistirán atónitos. Convencional y ligera, la película servía de contrapunto perfecto a una jornada marcada por el cine de autor.

Muy buen sabor de boca que enjuaga la decepción del día de ayer y que nos permite encarar el certamen con optimismo habida cuenta la calidad de las películas exhibidas hasta el momento.
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