Citadel o la Reformulación del Cine de Terror

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Día de grandes contrastes en la cobertura que Cine3.com está llevando de Sitges 2012.

La jornada arrancaba con The Pact, de Nicholas McArthy. Un thriller sobrenatural correcto en las formas y con una historia que sin ser particularmente novedosa, tiene el mérito de aunar un gran número de componentes clásicos del cine del terror pero que no aportan nada nuevo salvo su conjunción. En The Pact,  Annie (magníficamente interpretada por la actriz Caity Lotz que se estrena en un largometraje) vivirá una auténtica pesadilla en los días que suceden a la muerte de su rigorosa madre. Una sucesión de desapariciones en el seno de su familia la llevarán a adentrarse en secretos cada vez más relacionados con la casa donde vivían hasta llegar a un buen giro que precede al acto final. El director, que extiende un cortometraje suyo del año 2011, no consigue crear una atmósfera de terror como la historia merecería, perdiéndose la potencia y consiguiendo que por momentos la cinta se ejecute de forma monótona. No obstante, goza de veinte minutos bastante meritorios que consiguen arreglar el planteamiento, dejando al final un buen sabor de boca sin llegar a saciar. Cabe destacar la vuelta al cine de género de un icono para los amantes de la que fue última gran Space Opera rodada, Starship Troopers. Nos referimos a Casper Van Diem, que aparece como secundario.

En The Viral Factor, de Dante Lam, podemos confirmar la evolución que está siguiendo en los últimos años el cine de acción chino que ya vislumbráramos en este mismo festival con Motorway. Nos encontramos en esta película con una conjura global ciertamente forzada en la cual una farmacéutica pretende expandir una nueva forma de viruela para así poder obtener enormes réditos en la comercialización de su tratamiento. Sólo la acción conjunta de dos hermanos, uno miembro de las fuerzas especiales chinas, y otro delicuente será capaz de interponerse. Lam lleva a cabo una película muy práctica en términos de realización con un planteamiento en el que la acción prima sobre los diálogos, dotándola de esa actitud tan plástica y coreografiada del cine de artes marciales tradicional pero actualizada al siglo XXI. De esta manera, la película se muestra entretenida pero carente de ambición hasta llegar a un resultado predecible y lineal que no está entre los objetivos principales de la película.

Avalada por la crítica, llegaba Alois Nebel un film de animación soportada sobre actores y escenarios reales (técnica de negativo) que es ariete de batalla del retorno a primera línea del otrora referente cine de autor checo (Ostre sledované vlaky). Seleccionada por la academia checa a optar al Oscar a la mejor película extranjera, Alois Nebel es una película rigurosa en su fondo y novedosa en su formato que narra en clave retrospectiva y girando en torno a un thriller convencional en primer plano, los acontecimientos que tuvieron lugar en Checoslovaquia al final de la guerra fría, y los pone sobre el fondo de su propia historia en una soberbia sucesión de flashbacks, todo ello a través de los ojos de un gris empleado ferroviario cuyo silencio expresivo oculta un pasado dramático.

Modus Anomali, de Joko Awar, se presentaba avalada el buen sabor de boca que había dejado el cine malayo en la anterior edición del festival. Es Modus Anomali una película enórmemente curiosa. Rodada con escaso presupuesto, toda la película en si misma está orientada al giro final, hasta el punto de caer en la superficialidad. Sin embargo, la remontada de los últimos veinte minutos es memorable, mostrando un final ciertamente novedoso que hace que todo el metraje mostrado anteriormente, haya merecido la pena. Rodada con una única cámara en tan sólo ocho días en inglés, y con numerosas lagunas lingüísticas  cuenta con un entrañable aroma a película Do It Yourself, pero que no se muestra suficiente para atrapar al espectador.

Pero si alguna película hay que destacar en esta jornada, y nos atreveríamos a decir que del festival, esta es sin duda alguna es Citadel. La ópera prima Ciaran Foy es una auténtica joya del cine de terror moderno, con la agorofobia como sordo argumento de fondo. Explorando hasta el extremo los conceptos de terror primigenio, Foy consigue crear una atmósfera opresiva inmensamente bien personificada en el personaje de Tommy, cuyo papel es desempeñado por Aneurin Barnard un actor cuya interpretación es el gran descubrimiento de esta edición del festival y que es capaz de empequeñecer a un monstruo de la pantalla como es James Cosmo.  La magnífica fotografía, recreándose en unos enfermizos tonos verdes sutilmente deslizados en los momentos álgidos y unos escenarios con tintes apocalípticos, debe ser considerada como una protagonista en sí misma y considerarla como tal a la hora de llevar a cabo un visionado crítico de esta producción, al contribuir a la escenografía de una manera rotunda, marcando la densidad con la que se desenvuelve la cinta. Una película que apunta a cinta de culto. Habrá que ver cuanto tarda el voraz mercado de Hollywood en posar sus ojos en una propuesta tan fresca como esta.