Crítica: All Cheerleaders Die

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Lucky Mckee es sin duda uno de esos directores que o lo amas profundamente o lo odias por su forma tan personal de retratar el terror. Es tan obstinado en sus trabajos, que muchas veces en lugar de sentir miedo en realidad sentimos empatía por el antagonista y nos deja con un claro sinsabor entre si lo que vimos fue una violencia justificada o vil, puro y obsoleto horror sin más gusto que el de otro fan más del género y las sensaciones que nos produce.

“Todas las porristas mueren” debe ser su trabajo más inferior, pero sin duda es un gran trabajo ya que al parecer en esta, como en las anteriores, ha tenido total libertad creativa. Lo que nos hace suponer que todo lo que vemos y el modo es totalmente a propósito. Lucky nos muestra una historia simple de miedo pre-preparatoriano salpicado de zombies (uff!, zombies) y comedia. Algo que es en lo único no parece tener grandes fortalezas, pero si ignoramos su falta de habilidad para hacernos reír y nos reímos más de las situaciones que de la trama misma descubrimos una película bastante entretenida, absurda y con efectos especiales bastante burdos para un denominado “moderno maestro del horror”. Sabemos que a estas alturas, este joven director ya no tiene nada que demostrarnos y que ahora puede darse el lujo de presentar obras más personales, además de contar con mejores elencos (¿alguien recuerda a Bruce Campbell en “The Woods”?) y sin duda con un mayor presupuesto para efectos especiales, ¿pero los necesita? Honestamente con una premisa tan básica como la de la película, puedo asegurarles que no. Simplemente diviértanse viendo una somera burla hacia el espectador, hacia el cine de terror, hacia la moda de los zombies, hacia los slasher, la brujería, el fanservice y hasta al mismo director sobre si mismo donde nos recuerda que de vez en cuando solo hay que ver películas del género para divertirnos (algo que al parecer muchos otros han olvidado, volviéndose profundos e ininteligibles).