En la víspera del 30 aniversario del clásico de los 80, Stand By Me, Cine3 se complace en traerles una recopilación con cuatro razones por las que el memorable drama de 1986 ha trascendido generaciones.
El relato nos sitúa en el verano de 1959 en Castlerock, Oregon, donde durante el último fin de semana antes de asistir a secundaria, cuatro mejores amigos – Gordie (Will Wheaton), Chris (River Phoenix), Teddy (Corey Feldman) y Vern (Jerry O’Connell) – se aventuran en las periferias de su pequeño pueblo en la búsqueda del cuerpo sin vida de un adolescente que se encontraba perdido por varios días. En su excursión, aprenden más de ellos mismos y la amistad, compartiendo un profundo vínculo como nunca antes, permitiéndose conocer sus propias vulnerabilidades, destapando sus vergüenzas, miedos, talentos y la incertidumbre por el futuro.
Los invitamos a repasar las cuatro razones por las que el clásico de 1986 tiene un lugar especial en los corazones de los cinéfilos del mundo, convirtiéndola en uno de los filmes más trascendentales del género coming-of-age por excelencia.
En los 80, el cineasta Rob Reiner despegó su carrera como director, siendo Standy By Me apenas su segundo largometraje. Durante la época, no había muchos realizadores de renombre que se hayan descubierto y mantenido en el nivel, sin embargo, Reiner fue uno de los pocos. Su nombre llegó a ser relacionado con filmes que nos garantizaban la seguridad de sentirnos emocionados por ver, convirtiéndose cada uno de ellos en películas que pueden verse una y otra vez. El conjunto de ellas forma uno de los currículums más sólidos, con otros clásicos de la década como This Is Spinal Tap (1984), The Princess Bride (1987) y When Harry Met Sally (1989). En los 90 y Siglo XXI, el director no redujo su calidad, dirigiendo producciones como Misery (1990), A Few Good Men (1992), Ghosts of Mississippi (1996), The Bucket List (2007) y la próxima a estrenarse, LBJ (2016). Satisfaciendo una gran variedad de emociones, Stand By Me es y se seguirá considerándose indudablemente como una de sus más grandes obras.
Chris (Phoenix) es el líder del grupo con actitud ruda pero que toma el rol paternal con los demás; Vern (O’Connell) es el gordito con corazón de oro; Teddy (Feldman) es un niño con una oreja deforme, resultado de la ira de su propio padre, que parece seguir esos pasos, y Gordie (Wheaton) es el escritor pensativo que tiene la mejor opción de convertirse en alguien importante en el futuro, pero que contrario a los deseos de su padre, se ha unido al diverso grupo.
La palpable química entre sus jóvenes protagonistas es una de las grandes razones de su éxito –y no nos referimos a desempeño en taquilla sino al impacto emocional y duradero- si nos tocó ver Standy By Me de pequeños, pensábamos que su amistad sobrepasaba la pantalla, si la vimos de adultos –o volvimos a verla- sus actuaciones nos seguían pareciendo creíbles. Cuatro jóvenes talentos que manejaron hasta los momentos melodramáticos con toda la honestidad posible, acompañándola de momentos graciosos. Para Wheaton, Phoenix, Feldman y O’Connell fue un tiempo en sus recién empezadas carreras donde todo parecía posible, y como los amigos que interpretan, algunos no lo lograron, otros lo hicieron, mientras otros tropezaron y siguieron adelante.
Stand By Me entrega una variedad de imborrables secuencias, y en esta ocasión, hablaremos de dos de ellas:
Sí, Stand By Me es la adaptación del libro de Stephen King titulado The Body. Su guion fue escrito por Raynold Gideon y Bruce A. Evans, y a la fecha, se conserva como una de las mejores adaptaciones de novelas del gran maestro del terror. ¿El resultado? Uno de los mejores filmes en la historia del cine estadounidense que logra destacarse sin sacrificar su efectivo drama. Su fortaleza reside en el humor y la amistad tejida de la destreza narrativa de King, llevadas a la vida gracias a los jóvenes y talentosos actores. La película es un punto culminante de diversión y tragedia, y una perfecta representación de amistades inolvidables. También funciona como un recordatorio de permitirte ser vulnerable a las experiencias de la vida que pueden cambiar el camino que transitas para mejor o peor.
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