De brujas y princesas. Parte II. ¡Orgullosamente Bruja!

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ursula

Las brujas son por excelencia el antagónico femenino. El uso del vocablo pronto dejó de usarse para describir a una mujer malvada, con poderes sobrenaturales fruto de pactos demoníacos, para aplicarse a cualquier mujer perversa: la madrastra, la suegra, la vecina metiche, la jefa despiadada, la maestra exigente.  Son además la mejor expresión de la discriminación por género. Los inquisidores de la Edad Media establecen claramente que las mujeres son más propensas a la tentación y a caer en los engaños del diablo. Por eso buscaban afanosamente mujeres que cubrieran los absurdos requisitos que servían para identificar a las brujas: ser mayor de edad (las mujeres en aquella época vivían poco, así que cualquier mujer que sobrepasara los cuarenta años era sospechosa) vivir sola, (las mujeres no eran independientes en aquella época) y en general cualquier marca como verruga o lunar en la piel que pudiera ser considerado como la marca del diablo.  

Disney sin embargo se ha cuidado mucho de que su colección de brujas caiga en la sombría categoría que por tradición tenía. Nunca se habla de pactos demoníacos, corrupción, perversión, devorar niños, ni hacer conjuros sangrientos. La bruja tiene que verse lo suficientemente mala y repugnante para que nadie se identifique con ella, pero no tanto como para entrar en discusiones de satanismo. 

Los arquetipos usados en cada historia resaltan diferentes razones por las que alguien puede ser malvada. Las brujas (al igual que las princesas) no son todas iguales ni las mueve el mismo sentimiento. Por tanto, la personalidad del antagónico femenino depende del sentimiento malvado que la domina. Los rasgos que principalmente distinguen a una de otra son los siguientes:

La madrastra de Blancanieves: La soberbia. Todos sabemos qué mueve a la madrastra a ordenar la muerte de Blancanieves. La soberbia de no poder soportar que alguien más bella exista. Esta es además la bruja más clásica dentro del género: Una hechicera de dos caras que tiene poderes sobrenaturales producto de la magia negra. Un alma tan pervertida que no puede más que vanagloriarse de su belleza exterior,  la única que tiene. Se dice que el diseño del personaje está inspirado en Joan Crawford. (¿Se acuerdan de “Mamita querida”?) 

La madrastra de Cenicienta: La avaricia. La madrastra y las hermanastras son el mejor ejemplo de las malas cualidades que puede tener una mujer: envidiosas, flojas, abusivas y para colmo: ¡feas!. Con tal de disfrutar de los bienes heredados del padre de Cenicienta, son capaces de todo. Incluso abrigan la esperanza de emparentar con el príncipe. Todo de  mala manera, cegadas por la avaricia y la ambición. 

Maléfica: La ira. El sentimiento quizá más destructivo que existe, está representado en esta malvada bruja. No en vano, para los teólogos que asocian cada pecado capital con un demonio determinado, ligan la ira directamente con Satanás. Será por eso que Maléfica hasta tiene cuernos. Una vez desatado el proceso, no hay quien pueda detenerlo: maldición inamovible para quien osó ignorar su presencia. Sin duda el mejor intento de Disney por acercar a uno de sus personajes a la maldad en su estado puro.  

Ursula: La venganza. Ursula no puede tolerar que el rey Tritón sea feliz y poderoso, por lo que aguarda pacientemente el momento de asestarle un golpe donde más le duela: provocando la desgracia de su hija consentida. Ursula además se aparta de la figura estilizada de la bruja para dar paso a un engendro grotesco que caricaturiza la fealdad femenina al extremo. Una especie de Paquita la del Barrio con tentáculos.  

Madame Mym: La envidia. Este personaje representa de algún modo la discriminación de género: Si eres hombre con poderes mágicos eres un mago como Merlín. Pero si eres mujer entonces eres bruja. El duelo simboliza esta lucha de poderes, donde finalmente gana el varón. La bruja no puede ser superior, pierde a causa de su envidia hacia el oponente.  

El hada madrina de Fiona: La corrupción. Fuera del universo Disney la maldad está asociada a asuntos menos pasionales El hada madrina es finalmente una mujer de doble cara, cercana al poder por la vía de las prebendas y los favores hechos a cambios de algo. Un especie de Elba Esther Gordillo en los cuentos de hadas ( claro que digamos un poco más agraciada). Empresaria y con buena posición social el Hada comprende que no sólo hay que asegurarse un buen estilo de vida, sino que hay que aspirar a estar cerca del poder. Es así que urde una compleja trama de extorsión para que su hijo pueda aspirar al Trono.  

Pero quizás lo más característico de las brujas, es su intensidad. Son en conjunto toda la gama de pasiones que guía muchos de nuestros actos. La bruja termina por ser más cercana a nuestro accionar como seres humanos que somos: más acorde a nuestra propia naturaleza, más comprensible aunque no deje de ser cuestionable. Con más matices que la buena del cuento, las brujas podrán quejarse de todo menos de ser unas reprimidas, o por lo menos de no haber intentado salirse con la suya. Si, en la vida hay que ser a veces ¡orgullosamente bruja!