De exorcismos y cosas peores. Parte II

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emily rose

Después de El Exorcista, el cine de terror ya no sería el mismo. Aún y cuando el tema del demonio en el cine podría considerarse oscuro y hasta gótico, propio de ambientes medievales y quemas de brujas, el hecho de haberlo llevado a ambientes modernos cambia la idea de los lugares clásicos donde – se supone- suceden este tipo de cosas.  

La historia y su desarrollo son un abierto cuestionamiento a la idea del mal en el pensamiento moderno. El demonio elige a una niña norteamericana que vive en Georgetown, ni más ni menos que el corazón del país. La mamá es actriz sin creencias religiosas arraigadas, divorciada, intentando una nueva relación… nada fuera de lo común. El hombre que finalmente enfrentará a las fuerzas del mal si es un personaje más complejo: un sacerdote, psiquiatra, en medio de una crisis de fe.  

El haber sacado la historia del ambiente lúgubre que caracterizaba al cine de terror de la época es su primer gran mérito. El haberse documentado acerca del rito y de los procedimientos que la Iglesia Católica usa en esos casos, la blindaba contra acusaciones de calumnia o falsedad. El haber expuesto la posibilidad de que  el mal existe y todos podemos ser víctimas la convertía en algo verdaderamente aterrador.  

Después del Exorcista se volvió lugar común que los poseídos en cine cambiaran la expresión y color de sus ojos, y que la voz se volviera casi un rugido, se blasfemara y se hicieran algunas acrobacias. Hay que decir que lograrlo la primera vez no fue sencillo, la voz del demonio en boca de Reagan se logró superponiendo voz de mujer, de hombre, zumbidos de abeja y ladridos de perro. Otra genial idea del gran Gavira.  

También se usaba exageración en el maquillaje, aunque con el tiempo, esa tendencia se fue moderando, dando paso a un mayor esfuerzo actoral para personificar a un poseído. Eso lo vimos en El Poseído (The Posessed) y  El exorcismo de Emily Rose.  

Y de hecho, de todas las películas posteriores, vale la pena detenerse en estas dos. Por principio hay que decir que El poseído (The posessed) está basada en el hecho real que inspiró a  Petter Blatty. El exorcista es Timothy Dalton ( ex James Bond) aunque también ayudan en la lucha contra el demonio Henry Czerny y Christopher Plummer.  Las similitudes se identifican inmediatamente: todo empieza con una ouija, nadie cree lo de la posesión, ni siquiera los padres del pobre niño, el propio sacerdote duda…el bien por supuesto acaba ganando. 

Pero el niño nunca sufre una transformación radical. Le cambia la expresión y la voz pero no al grado mounstruoso que a Reagan. El niño y su mirada son verdaderamente terroríficos porque da muchísimo miedo pensar que la maldad pueda parecer tan natural. ¿Qué tiene de diferente y porqué es importante? Por la misma razón que después Emily Rose se volverá celebridad: por la seducción de anunciarla como “basada en un hecho real.” 

En el caso del Exorcismo de Emily Rose,  se  trata de una muchacha provinciana, católica, que se separa de su familia por primera vez para ir al universidad. Lejos de su casa empiezan las posesiones, que culminan de manera trágica. El exorcismo no funciona, los medicamentos para tratarla de una supuesta epilepsia son suspendidos por
la propia Emily y la chica acaba muriendo. La cinta en realidad no trata sobre el asunto de la posesión, sino del juicio seguido al sacerdote por homicidio involuntario.  

El éxito de estas dos cintas se debe a la posibilidad que ya El Exorcista había puesto sobre la mesa: le puede pasar a cualquiera. ¿Para qué usar la imaginación inventando algo que dé miedo, si estas cosas – al parecer- de verdad suceden?  Emily Rose además expone una nueva vertiente: para efectos del juicio es tan difícil demostrar la posesión como
la enfermedad. No se puede determinar si el demonio existe, pero tampoco si la joven tenía epilepsia. La actuación de Jennifer Carpenter es tan buena, que definitivamente la duda en el espectador queda sembrada, al punto de que resulta tan aterrador lo uno como lo otro. En el milenario debate de ciencia contra fe, la última palabra no está dicha todavía. Y para quien padece enfermedades crónicas y/o degenerativas sabe definitivamente que el demonio es lo de menos: la verdadera lucha es con la discapacidad, los agresivos tratamientos, la depresión y la soledad.  

Nos gusta pensar que el demonio no existe, y que nunca tendremos que mirarlo a los ojos. Y es que si lo hiciéramos quizás no veríamos otra cosa que nuestro propio reflejo…sabido es que el mayor triunfo del diablo es habernos hecho creer que no existe….