El inminente estreno del remake de Fama pone sobre la mesa la discusión sobre los musicales, el porqué resultan tan atractivos este tipo de formatos y cómo es que han podido rehacerse usando fórmulas similares para mantenerse finalmente en el gusto del público.
Fama (Fame, 1980) la película original, estuvo dirigida ni más ni menos que por Alan Parker, quien después de este trabajo realizaría otro musical emblemático para toda una generación, aunque de corte muy distinto. En 1982, dirige Pink Floyd the Wall, un experimento interesantísimo, donde la historia del álbum concepto más relevante de la hsitoria de la música es llevado a la pantalla. La maestría de Parker para entender la indisoluble relación entre el cine y la música queda también de manifiesto en Birdy (1984) musicalizada enteramente por el ex Génesis, Peter Gabriel.
Pero Fama resulta un éxito taquillero en todo el mundo, porque abordaba problemáticas juveniles - actuales en aquella época- aderezadas con bailes y canciones. Como muchos experimentos de cintas sobre jóvenes bailando y queriendo triunfar, recreó los clásicos estereotipos, pero los hizo más reales. Mejor aún: la mirada no se detenía en los talentosos y populares, sino en los segregados (losers, pues) que podían demostrar que cuando se quiere se puede.
La idea de mostrar muchos jóvenes cantando y balilando antes de Fama, en realidad nunca se movía mucho del concepto Vaselina (Grease, 1978), donde estaba la rubia tonta, el galán, la sexy, etcétera. Y se trataba de musicales con una temática muy rosa. El que Parker hablara de violencia intrafamiliar, probreza, homosexualidad y demás sedujo a miles de fans, logrando que el asunto pasara de la pantalla grande a la televisión. Es así que Fama la serie, sale al aire en 1982, duraría seis temporadas y en total constaría de 136 episodios.
Los ejemplos de cómo la influencia de Fama llegaría para quedarse un rato, los encontramos después en Electrodanza (Flashdance, 1984) y Footlose (1984). La primera, repite a Irene Cara interpretando el tema principal y la segunda, las coreografías multitudinarias en un ambiente colegial.
Pero a partir de eso, el musical vendría un poco de capa caída, hasta varios años después cuando Disney revive la fórmula en su versión más rosa, volviendo a pensar en el público infantil y adolescente, sus problemas, amores y desamores. En 2006 llega a la pantalla chica High School Musical, una serie de TV que retomaba el ambiente de secundaria con música y bailes. El experimento resulta a todas luces positivo: un aire renovad0 ( bueno, en realidad ni tanto) a la vieja fórmula dirigida, a un público que no había nacido en los ochentas. El experimento resulta tan exitoso, que pronto veríamos la versión más "heavy" en Camp Rock, que terminaría con el lanzamiento de lo que hoy conocemos como los Jonas Brothers, fenómeno que abarca la tele, la música y el cine.
Pero hubo alguien que se cansó de tanta melcocha, el canal Fox, que lanza este año su contrapropuesta: Glee. La serie resulta un híbrido entre lo rosa de High School y lo adulto que resultaba Fama. En Glee, nuevamente vemos la mirada puesta en los perdedores: pero con estereotipos más definidos: el homosexual, las chicas de las minorías, la pasada de peso, el chico en silla de ruedas. A diferencia de sus dos antecesoras, en Glee se recurre a la recreación de covers de famosas rolas ochenteras y no a música original. Es así que se apuesta a la explotaciónde lo mejor de ambos mundos: la nostalgia del público adulto y la actualización del tema, además de que -por ahí de paso- también le quitamos lo rosa al asunto después de la experiencia High School Musical.
Glee es ya un fenómeno de audiencia y en venta de música. La comparación con la nueva versión de Fama, seguramente no se hará esperar, pero por lo pronto aquí un video de la ahora famosísima versión de Don´t Stop believin´ un clásico ochentero de Journey, que de hecho ya había revivido gracias a los Soprano. Que lo disfruten.
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