Advertencia. Esta es una critica literaria y contiene elementos de la trama
El tercer libro de la serie Crepúsculo, continúa con la historia del inusual romance entre una chica humana (Bella Swan) con un vampiro (Edward Cullen). Para esta entrega, el amor de ambos a podido superar el miedo de Edward a perjudicar a Bella con la relación y por la convivencia de seres tan distintos a ella. Las circunstancias se complican porque la amenaza de venganza por parte de Victoria, sigue siendo un peligro real, además de que los Vulturi vigilan de cerca que la promesa de convertir a Bella en vampiro, por parte de los Cullen, se cumpla.
Por otra parte, el triángulo amoroso que involucra al hombre lobo ( Jacob Black) llega a su momento cumbre. Bella se cuestiona por primera vez de manera seria, lo que en realidad siente por Jacob. El momento no puede ser más propicio: Bella está nuevamente amenazada y a punto de tomar la decisión de convertirse en vampiro, lo que se entiende como un cambio radical y sin vuelta atrás.
Lobos y vampiros hacen un pacto para proteger a Bella, por lo que deberán sumar esfuerzos. Victoria echa mano de un clan de vampiros neófitos ( es decir que han sido recientemente transformados) para encontrar a Bella y consumar su venganza.
Es así que los nuevos personajes son los neófitos, vampiros desenfrenados y sin control, incapaces todavía de dominar su nueva condición, comandados por María, una joven vampira. Esta sección del relato también aporta como situación diferente, la cercanía entre lobos y vampiros, lo que los obliga a conocerse mejor, a hacer una tregua y ayudarse mutuamente en torno a un objetivo común.
También conocemos la historia de Rosalie antes de ser vampira, y porque está en contra de la conversión de Bella; así como la de Jasper y su experiencia con los neófitos antes de llegar con los Cullen.
Pero por lo demás, la historia no avanza mucho que digamos. Después de otras 619 cuartillas, la tan ansiada boda todavía no se realiza. Se resuelve un problema, pero eso no desencadena una solución defintiva en otras áreas.
Y sinceramente creo que en esta entrega, el único personaje que crece es Jacob, al mostrarse como un verdadero rival para el vampiro. Más maduro, muestra cuáles son sus ventajas en caso de ser el elegido. Por principio de cuentas, no sería necesario para Bella dejar de ser humana. No sucede lo mismo con el de Bella. Una chica que nos habían presentado como madura y centrada, resulta que ahora tiene muchas dudas alrededor de ser una esposa adolescente, argumentando solamente "no quiero ser una chica de ésas..." el personaje se contradice, se desdibuja un poco, no aprende mucho después de tanta persecución y - lo peor de todo- es que ni siquiera el asunto de la boda le causa verdadero entusiasmo.
Cullen permanece en el mismo status: seguro de amor por ella, luchando por ganarle la partida al lobo y por primera vez, se nota que es el más maduro de los tres. Digo, tantos años de ser inmortal de algo han de servir ¿no?
El libro, en general, está escrito en el mismo estilo de los otros dos: largos episodios que se resuelven al final sin tanto rollo. Sigo pensando que la Meyer es buena narradora de historias rosas, pero lo sobrenatural nomás no se le dá. Ya nomás me falta uno. Y es que ya picados en el chisme... y ya para terminar, la entrega se llama eclipse gracias a una frase que en el libro pronuncia Jacob, justo cuando sabe que Bella no se decidirá por él:
"soy capaz de manejar las sombras, pero no de luchar contra un eclipse"
Quizás la mejor frase del libro... ojalá la incluyan en la versión cinematográfica.