En la la parrilla de películas que cine3.com ha seleccionado para este Sitges 2014, se encontraba marcado en rojo el quinto día como el de descubrimiento del cine más experimental. Abría la jornada la griega Norway (Norviyia en el original) de Yiannis Veslesmes, un cuento metafórico con tintes críticos sobre la situación socio-económica griega que, gracias a un planteamiento atrevido y minimalista, juega con el espectador con un argumento espeso y de difícil digestión a través de un guión surrealista que nos muestra a un vampiro obsesionado con el baile que es contratado para una extraña misión por una prostituta. La cinta, tal vez preciosista de más, juega con los colores en un desfilar onírico de personajes variopintos con los que se irá cruzando a lo largo de la película, hasta que finalmente, se desvela el objeto de la misión, y toma cuerpo la interpretación que se puede sacar de la misma. Un film no apto para todas los cerebros y que debe de visionarse con una buena carga de café y con la mente muy abierta para poder explorar el film al completo, cosa que a pesar del esfuerzo, retorna al espectador en forma de buen regusto al final.
Cambiaba de tercio las sesiones con la proyección de Stereo, el thriller a la alemana de Maximilian Erlenwein y protagonizado por Jürgen Vogel, una cara conocida por haber si protagonista en Dier Welle (La Ola). En esta película, con todos los ingredientes necesarios para cuajar un buen thriller, el protagonista, propietario de un taller de motocicletas y con una vida incipientemente feliz, es súbitamente acosado de una parte por un desconocido que parece conocerle muy bien, y por otro lado por una banda de mafiosos que tratan de acorralarle. Una fuego cruzado que se crece a lo largo del metraje hasta llegar a un climax donde se desvela la naturaleza de unos y otros. Escenas de acción muy bien trabajadas, con un sonido ecualizado de forma maravillosa que hace que se disfrute al máximo en una sala acondicionada con un buen sistema de sonido y que, a pesar de parecer algo pretenciosa por momentos, sostiene el nivel y deja con buen sabor de boca al espectador.
A continuación, Jamie Mark is Dead, del realizador estadounidense Carter Smith, explora una relación de amistad de un adolescente con el fantasma de un compañero de clase suicidado. Con el bullying como telón de fondo, la historia resulta en un triángulo amoroso en torno a su protagonista, interpretado por Cameron Monaghan que sostiene el peso de la película con una interpretación portentosa y dotada de un enorme sentimentalismo. Aflora el componente de la homosexualidad, de la perturbadora etapa de la adolescencia y del descubrimiento del erotismo entre el propio Monaghan, el fantasma interpretado también con soltura por parte de Noah Silver (puede dar que hablar este actor en el futuro) y Morgan Saylor, que interpreta a una no menos extraña adolescente. Una labor de casting intensa que da lugar a un resultado que, si tal vez se excede en su metraje, resulta limpio. Una película ciertamente intimista y reflexiva que encierra un fuerte conflicto interior.
Terminaba el día, esta vez en formato reducido con la película No Tears for the Dead, la cinta surcoreana de JeongBeom Lee. La última cinta del director de "El Hombre sin pasado" es la prueba viva de que Corea del Sur se ha convertido en una potencia viva en la generación de cine de acción, trhiller y policíaco. El argumento parte de un sicario que por error arrebata la vida a una niña en un tiroteo. Atormentado por este hecho, acepta un último encargo antes de retirarse, lo que deviene en un cruce de destinos ya que su último crimen a cometer será asesinar precisamente a la madre de la niña. Una película que habla sin complejos sobre la redención y el dualismo del ser humano y que tiene magníficas escenas de acción bien insertadas y coreografiadas para dar lugar a un film de cerca de dos horas de duración, bien hilvanada y entretenida.