El infierno. El diablo ya vive en México y escucha narcocorridos.

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"El Infierno", por Luis Estrada

El infierno. México (2010)

  • Dir. Luis Estrada
  • Reparto: Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Elizabeth Cervantes, Daniel Giménez Cacho, Óscar Zárate

Calificación: 4 estrellas

La provocación es un arte y no hay duda que es uno de los que domina Luis Estrada. Esta nueva entrega de lo que algunos consideran incluso como trilogía, demuestra que el humor negro y la crítica ácida son una inusual combinación que cuando esta bien lograda, resulta poco menos que demoledora.

Si con La Ley de Herodes Estrada hacía una caricatura tragicómica del origen de nuestra clase política post revoluciornaria, en Un Mundo maravilloso, acusaba su transformación en un conjunto de  tecnócratas rapaces e insensibles. Pero en esta ocasión, Estrada dirige la mirada a la condición que permite que fenómenos como el narco se encuentren desbordados y fuera de control: la corrupción en todos los niveles sociales posibles. Un escenario desolador que solamente deja de serlo mientras es abordado con un impecable sentido de la ironía y el humor negro, que dicho sea de paso, conocemos y esperamos en cada trabajo de Estrada. Y creo que en este sentido son dos tipos de crítica las que pueden hacérsele a este trabajo, una la que tiene que ver con lo que aporta a la crítica y debate público contemporáneo y otra la que tiene que ver estrictamente con su manufactura cinematográfica.

La historia inicia con el regreso de Benjamín García (Alcázar) un inmigrante que pasó 20 años en Estados Unidos, para regresar pobre y sin expectativas, igual que como se fue. Pero en 20 años pasan muchas cosas, y encuentra su pueblo devastado por los enfrentamientos entre narcos por el control de la plaza. Se entera que su hermano muere a causa de haber tenido que enrolarse a las filas del narco, y se dedica a averiguar que fue lo que en realidad pasó. Reacio en un principio, pero orillado por la necesidad finalmente, Benjamín acaba trabajando para el Cochiloco (Cosío) un antiguo amigo de la infancia que ahora es capitán de un pequeño grupo distribuidor a las órdenes de los Reyes, narcos poderosos que controlan la zona,  en eterno conflicto con sus hermanos por ello.

El asunto es que la historia en esta ocasión no tiene giros inesperados, ni resulta muy creativa en el tratamiento. Más o menos mitad de la película intuyes que no hay manera de que haya un final feliz. Pero el humor negro con el que está construída, los diálogos y las situaciones, te mantienen  atento e interesado en la pantalla. No por nada el pueblo se llama San Miguel Arcángel y al hermano del Benny le apodan el Diablo. Las alusiones a los mensajes políticos respecto a la guerra con la inseguridad se vuelven lugares comunes de los cuales el público y Estrada se burlan abiertamente. Una interesante catarsis que resulta necesaria tratándose de  un tema tan brutalmente violento y doloroso.

Y si bien la película es indispensable para hablar de México desde otra perspectiva, en realidad también se queda corta en algunos de los alcances del tema. En este tenor por ejemplo, está el marginal papel en la historia, de una clase media y alta que consume y vende droga y que forma parte activa del círculo de distribución. También es importante decir que el rol de las mujeres del narco puede ser mucho más interesante que el de mostrar como el machismo también es una forma de desquite del castrante matriarcado, incluso en el submundo del narco.  Al igual que en Un Mundo Maravilloso, el final es violento y una forma de afirmar que la miseria humana se reproduce a sí misma de manera inevitable especialmente si tiene la pobreza como marco. Y eso, por supuesto, todavía sigue siendo discutible.

Estrada usa excatamente el mismo esquema que lo llevó a crear la Ley de Herodes, que definitivamente  después de ver esta película, sigue siendo su mejor trabajo, un nivel que incluso a él mismo le costará trabajo superar.Una premisa tragicómica que va subiendo de tono al punto de que la locura se apodera de la pantalla, es el mismo modo se construir el discurso, que ya habíamos visto y recordamos bastante bien. Bien contada, actuada  y mejor escrita, aunque no podríamos decir que novedosa. Recomendable sin duda, sobre todo en virtud de la polémica generada, que de verdad lo vale.

Lo mejor:

  • Damián Alcázar ha llegado a dominar el arte de ir enloqueciendo poco a poco y frente a nuestros ojos. Un actor que ya se siente en confianza con el director y que alcanza niveles de actuación verdaderamente destacables.
  • Joaquín Cosío no demerita en acompañar a Alcázar como amigo y mentor. Un trabajo impecable, natural, creíble.
  • María Rojo tiene a su cargo una escena que es interesante por dos razones: La combinación de mujeres y poder atrás del crimen organizado, pero no sólo eso, el matriarcado que persiste incluso entre hombres rudos que no tienen empacho en descabezar a sus enemigos. Digna de verse, de verdad.
  • Las alusiones al discurso oficial, muy, pero muy divertidas.
  • El doble discurso de lealtad y familia que por un tiempo difundió la idea de que los narcos son "hombres de ley" se viene por tierra de manera estrepitosa. Un enfoque útil y necesario.
  • Incluye alusiones a todas las leyendas comunes sobre el narco que conocemos, lo que nos permite reírnos de situaciones conocidas, pero no por ello menos graves.

Lo peor:

  • Que hay demasiadas similitudes con la Ley de Herodes, lo que le resta originalidad.
  • Hacia la segunda parte, el asunto sube de tono a niveles asfixiantes, la secuencia hacia el final es larga, ya viste lo que necesitas para adivinar el final... y lo peor es que el momento catártico ya pasó.
  • El final no te deja tregua. El tema no lo ofrece de ningún modo, pero un cierre más irónico hubiera ido mejor con la intención general de la película.