El lado oscuro de ser niño

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Mucho se ha hablado de las maravillas de la etapa infantil: la inocencia, la ingenuidad, el poder creer en la magia y la fantasía sin encontrar contradicción con el mundo real.  Sin embargo los niños – quizás precisamente por la ingenuidad con la que se enfrentan al mundo-  han sido también los protagonistas perfectos para las historias escalofriantes. Grandes clásicos del género del terror y el suspenso, han usado niños para lograr una extraña sensación que combina miedo y abominación con ternura, lo cual parece ser un mecanismo que ha demostrado ser efectivo para provocar interés en los espectadores. 

Stephen King, autor de numerosas obras terroríficas que han sido llevadas a la pantalla grande, confiesa que le gusta usar la figura del adolescente porque siendo una etapa tan crítica, es el mejor momento para sufrir una experiencia trágica que te cambiará la vida. Carrie, Cementerio de Mascotas (Pet Cementery), Los niños del maíz (Children of the corn),  entre otras, responden a este interés del escritor por mostrar el lado oscuro del tránsito entre la infancia y la adolescencia. Otro escritor y director de cine que gusta de poner a niños en encrucijadas sobrenaturales, es M. Night Shyamalan, quien asegura que la edad de entre los siete y los diez años es como una etapa de despertar y de comenzar el desencantamiento del mundo. Ha usado niños en este proceso para contar sus historias, en El sexto sentido (The Sixth Sense), El protegido (Unbreakable)  y Señales (Signals). 

Quizás los mejores ejemplos de todo el terror que pueden inspirar los niños en el cine, sean Linda Blair en El Exorcista (The exorcist) y Harvey Stephens en La Profecía (The Omen).  Gran parte del éxito de El Exorcista se debe  al asunto de que la poseída es una niña de 12 años: solo al diablo se le ocurre semejante grado de perversión para demostrar su poder. Y respecto a Demian Thorn quizás la parte más aterradora de la historia es justamente cuando es niño: la mirada entre inocente y malvada del niño de 5 años – que será muy niño, pero es hijo del diablo- al final de la primera película es verdaderamente escalofriante. 

Otra figura infantil inolvidable dentro del género es Heather O´Rourke, la pequeña niña que en Poltergeist está en el centro de la disputa de las almas que no encuentran la luz para dejar este mundo. El caso es que la pequeña niña murió poco después, y de manera por demás extraña: a los trece años y de un infarto doble, poco usual en alguien tan joven. El hecho contribuye hasta hoy a hacer más tétrica su participación en la cinta.  

Otro niño que dejó huella actoral y una frase para la posteridad, es Haley Joel Osment en El Sexto Sentido (The sixth sense). “Veo gente muerta” (I see dead people)  esta ya plenamente identificada dentro de la cultura popular. Casi en el mismo caso está Danny Lloyd el  niño de El resplandor (The Shining). Su expresión de miedo y el clásico “redrum” han merecido incluso una parodia estupenda por parte del Simpson. 

En México, muchos recordamos  la actuación de Jorge Pablo Carrillo en el papel de Hugo en el Libro de Piedra, dirigida por Carlos Enrique Taboada. Hugo es el hijo de un brujo poderoso que guarda el secreto de su inmortalidad y de su poderosa magia en un libro que convierte en piedra junto con su hijo. 

Finalmente, dentro del nuevo género de horror japonés, también encontramos el uso de la figura infantil para inspirar terror: El aro (The ring), La Maldición  (The grudge) y Agua Turbia (Dark water) son excelentes ejemplos de ello.  

Nos gusta pensar que los niños son el mejor ejemplo de que todavía hay esperanza en la humanidad. Sus tragedias y temores son las angustias de la humanidad entera y es por ello que el acoso sobrenatural a un niño nos hace pensar que si el mal no se tienta el corazón para lastimarlos, entonces no hay salvación para nadie.  La extrapolación a la realidad no debería ser tan rebuscada: lastimar a un niño es la peor de las maneras en que se expresa la miseria humana. Todo un tema de reflexión -más allá del discurso- en este día del niño.