La Ladrona de Libros - El drama hecho cuento

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En los últimos años, venimos acostumbrándonos, quizás en demasía, al hecho de que los guionistas, actores y realizadores, hagan las maletas del mundo cinematográfico hacia el formato de la pequeña pantalla. De hecho, podríamos decir que vivimos en la era dorada de las series de televisión, y si bien podríamos hablar de cuales son los motivos que han llevado a que los cines se pueblen de títulos a menudo mediocres, en esta ocasión, podemos decir con claridad, que    el proceso ha sido el inverso.

Y es que Brian Percival, el director de la película que nos ocupa, viene del mundo de la televisión con su segundo largo a consagrarse como un maestro del ritmo, como pudimos apreciar los acérrimos de Downton Abbey, pero esta vez en el mundo del largometraje en una película de las que podríamos catalogar como "oscarizables".

Parte El Ladron de Libros, eso sí, de una magnifica novela de Markus Zusak, un literato que recogió la experiencia de su abuelo, un judío escondido por una familia alemana de estrato humilde. Tanto la novela, como la formidable adaptación que nos ocupa, se ocupan de un tema que el cine ha explorado muy pocas veces, la experiencia vital de la sociedad alemana durante la segunda guerra mundial, y que nos acerca lo que no es otra cosa que seres humanos, cotidianos enfrentados a una situación impensable en nuestros días con una mezcla de estupor e incredulidad.

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El argumento parte de la acogida por parte de una familia de escasos recursos de una joven que ha sido separada de su familia debido a las ideas políticas de sus padres, una joven traumatizada que encuentra un hogar humano en medio de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Esta familia acogerá a una segunda persona, Max, un judío con cuyo padre están en deuda, al que esconderán.

Si bien se han relatado muchas peripecias de judíos escondidos, pocas veces se ha hecho desde el punto de vista alemán, pero no del nazi fanatizado, si no de la inmensa mayoría de la ciudadanía. En la película, esta ciudadanía vive su día a día, conscientes del reinado maligno de Hitler, pero ocupados en sus rutinas, rotas esporádicamente por algún registro, o alguna detención, pero mirando para otro lado hasta que la guerra llama a sus puertas. Es ese, precisamente el mérito de la película y la novela, el contarnos situaciones cotidianas con un ritmo lleno de dulzura y amabilidad que nos recuerdan a los cuentos infantiles y que retrotraen a infancias felices incluso en mitad de un régimen salvaje.

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Una historia llena de buenas intenciones que debe mucho a la soberbia interpretación de sus protagonistas. En primer lugar por Geoffrey Rush, un actor que ya ganó en su día un Oscar por Shine y que ha sido nominado cuatro veces más, la más reciente por El  Discurso del Rey. Rush, que se siente particularmente cómodo en papeles como el del idealista padre adoptivo. De la profundidad se encarga su compañera de reparto, Emily Watson, que tiene mucha presencia en el film y que filtra un personaje mucho más complejo que se debate entre su buen corazón y su fieros gestos. Pero cabe reseñar que tanto Rush como Watson, auténticos monstruos de la escena y que llevan a cabo unas interpretaciones realmente prodigiosas, se ven eclipsados por la brillante presencia de Sophie Neliesse, la joven que interpreta a la niña protagonista.

Se comentaba durante el rodaje el buen entendimiento entre Percival y Neliesse, pero hay que ver la película para darse cuenta de que  Neliesse actúa como hilo conductor no sólo de la historia, sino también traza con su interpretación una brillante melodía de tempo, convirtiéndose en la prolongación del director, que imprime el marchamo del tempo que le caracteriza en la ya mencionada serie de televisión Downton Abbey.

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Y todo esto acompañado de una música, piano y orquesta obra de John Williams. El maestro de maestros del género musical de las bandas sonoras, firma la que probablemente sea la mejor de su extensa carrera (y es mucho decir). En efecto, la música juega un papel fundamental en la narración, y le haríamos flaco favor a la película si no la mencionáramos pues es quintaesencia del mensaje que transmite.