El Principito, un exceso en lo políticamente correcto

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El Principito es, sin lugar a dudas, uno de los libros más influyentes de la historia, y que más emociones despierta en los lectores. Sin embargo, su muy particular trama lo hacía muy difícil de adaptar a cualquier otro medio. La animación parecía ser, sin duda, el medio más adecuado, y cuando se anunció su lanzamiento, muchas personas, en especial adultos, realmente se sintieron entusiasmados.

Sin embargo, la versión de Irena Brignull da un giro demasiado brusco, rompiendo con gran parte de la idea original: Buscando ser políticamente correcta,  convierte a una pequeña niña en la protagonista principal, mientras que el piloto se convierte en un testigo casi secundario. De esa forma, desafortunadamente se pierde el mensaje inicial, el del adulto que vuelve a encontrarse con la esencia de ser niño. Si bien es cierto que la trama trata este tema, al encerrar a la pequeña en un mundo conformada por reglas adultas, no existe realmente una inocencia que sea recuperada, en especial porque no existe el contraste entre el adulto en una situación de vida o muerte, y el pequeño niño que busca sólo un cordero.

En resumen, es una cinta que seguramente los niños disfrutarán, y que seguramente lo hará acercarse al libro. Pero para los adultos que leyeron el libro, les dejará un cierto regusto agridulce.