El Principito

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EL SIGUIENTE TEXTO ANALIZA LA VERSIÓN EN ESPAÑOL DE LA CINTA. LA VERSIÓN ORIGINAL SE ENCUENTRA DISPONIBLE EN ALGUNOS CINES

Manuel Cruz

@cruzderivas

El Principito cuestiona el significado de adaptar. Es probable que, durante su desarrollo, más de una persona se hubiera preocupado por cómo luciría la novela clásica de Antoine de Saint-Exupéry en una pantalla grande, y con un equipo muy alejado de Francia. Los más apegados a la literatura podrían decir que nada supera a la aventura entre las páginas, los profesionales del cine podrían defender - con un buen fragmento de razón - que el séptimo arte se caracteriza por la acción, y no tanto la expresión, opcionalmente divagante, de la metáfora escrita. ¿Qué hace Mark Osborne entonces? ¿Es posible realizar una transición literal de - valga la redundancia - la literatura a la pantalla? Y aún así, ¿para qué verlo, si se puede leer?

Ambas preguntas podrían existir detrás de este nuevo Principito. Por un lado, si hay una adaptación muy cercana al libro (con un estilo de animación radicalmente distinto al resto de la cinta), pero, potencialmente, la característica más interesante reside en el significado, literario y cinematográfico. Claro que ante esa situación, ninguna opinión es ley. Pero en lo que respecta a esta versión de El Principito, la teoría de Osborne no deja de ser interesante.

De entrada, la cinta tarda en llegar al descubrimiento de su personaje titular, y podría debatirse que este nunca a llega a ser el genuino protagonista: la historia comienza y se enfoca en una niña, cuya existencia se reduce a la entrada en una prestigiosa escuela, parte de un mundo obsesionado con la productividad y la conservación del tiempo. Los detalles de aquel mundo son sutiles, expresados en transmisiones de radio y una sorprendente precisión automovilística. En lo que respecta a la protagonista, el mundo real queda definido en su madre (Cecilia Suárez), quien orgullosamente anuncia a su hija un "plan de vida": un ambicioso calendario de fichas que se dirigen hacia el examen escolar, y todo lo que debe ocurrir para que este sea exitoso. Para que la única vida - aparentemente - de su hija funcione de acuerdo al resto del mundo. No es la primera vez que el cine presenta a personajes con destinos en conflicto, pero hay algo en la premisa de El Principito que se siente particularmente cercano a la realidad. Finalmente, el conflicto entre el deseo y el deber acecha a muchos, quizás como una triste consecuencia de olvidar las ilusiones desatadas de la infancia.

El acto de olvidar es también un tema recurrente en esta versión, proclamado por El Aviador (El Loco Valdés), el curioso vecino de la niña y su madre, cuya excentricidad y humor resultan prácticamente letales al resto de la comunidad. Sin embargo, sus constantes intentos por despegar un peculiar avión desde su jardín (dándole poca importancia al daño colateral que esto provoque), y la sorpresiva aparición del comienzo de una historia en la ventana de la niña comienzan a forjar la amistad entre ambos. Solo aquí, quizás ya pasada media hora de película, comienza la historia original de El Principito, en un ingenioso acto de metaficción donde El Aviador entrega una serie de historias a la niña, incluyendo las ilustraciones originales, haciéndolo así una posible representación de Saint-Exupéry. Ese lado de la historia es idéntico a la obra original. Los puristas literarios podrán dormir tranquilos. Pero lo que vuelve genuinamente interesante a la cinta es la consideración al impacto de esa historia en el mundo de sus lectores.

La cinta de Mark Osborne no se enfoca por completo en el protagonista del libro en donde se basa
La cinta de Mark Osborne no se enfoca por completo en el protagonista del libro en donde se basa

La niña en el otro lado de la ficción vivirá en un escenario de productividad exagerada, ¿pero cuántas veces se han tomando decisiones por obligación, y no por deseo? ¿Cuantas carreras y futuros por compromiso? ¿Cuántas veces la ilusión irracional de la infancia (que puede abarcar, por ejemplo, enamorarse ante una rosa) ha desaparecido en favor de "la madurez"? Así como Toy Story planteó una narrativa tanto infantil como adulta, El Principitoparecería dirigirse al público de la vida misma. El tratamiento de Osborne sobre el potencial significado en las palabras de Saint-Exupéry (la adaptación literaria abarca una fracción de la cinta) es ingenioso y sorprendente. En muchos aspectos, se siente como un ejercicio de análisis natural después de una experiencia artística, transformado en imágenes capaces de expresar mucho más que cualquier palabra. La cinta rescata la combinación de misterio y reflexión característica del libro, y la utiliza como un combustible narrativo, nunca cerca del agotamiento y la inverosimilitud. Pero el estado de credibilidad emergente de aquel experimento es impresionante. Mucha ficción tiene reglas, pero en El Principito, la única regla parece ser la ruptura de algo concreto, de fácil deducción. Tal es el poder y éxito de la imaginación, capturado en imágenes.