En Los Jardines del Rey

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Con En Los Jardines del ReyAlan Rickman realiza un honesto tributo a su primera ocupación profesional, como un actor de teatro y cine inglés con mayor trascendencia que su rol como Snape en la serie de Harry Potter. En su segunda encarnación como director, Rickman ofrece una cinta histórica, no sobre la historia que fue, sino la que debería haber sido.

En 1866, Luis XIV (Alan Rickman) decide mudar a toda su corte hacia un espacio aún por construirse, pero que representará a Francia como un paraíso estético y cultural. La tarea de realizarlo cae en los hombros de André Le Notre (Matthias Schoenaerts), descendiente de una importante familia de arquitectos que busca limpiar su nombre con la importante tarea. Es aquí donde Rickman interviene con el personaje de Sabine de Barra (Kate Winslet), una jardinera inconforme con el conservadurismo arquitectónico de la época, a quien Le Notre emplea como esencial co-creadora del jardín en un espacio conocido como Versalles.

Kate Winselt como Sabine de Barra y Alan Rickman como Luis XIV
Kate Winselt como Sabine de Barra y Alan Rickman como Luis XIV

La existencia de mujeres como Sabine de Barra es cuestionable durante el periodo histórico, pero la actuación de Kate Winslet y el guión de Rickman, en colaboración con Jeremy Brock y Alison Deegan, resulta en un personaje verosímil y empático al universo de la película. Más que sobrecargar de épica el acto de Sabine de Barra, - aún cuando los Jardines de Versalles son una de las grandes maravillas del mundo -, la cinta es un estudio de su protagonista. Rickman no olvida a Luis XIV, que él mismo ejecuta con una notable combinación de humor y seriedad, sello característico de su personalidad actoral, e incluye personajes clave a su reinado, como el Duque de Orleans (Stanley Tucci)

Estos aportan una interesante visión al mundo de la corte, donde las personas de mayor poder son también las de menor libertad: Le Notre vive bajo el dominio de su esposa, Orleans tiene que ocultar su homosexualidad, e incluso el Rey no puede casarse con quien desea. Sabine de Barra vive abrumada por un secreto que se va revelando con el transcurso de la trama, y simboliza el tema central de la historia, que Rickman presenta como algo elusivo: inicialmente, es difícil decidir de qué se trata En Los Jardines del Rey: si es la crónica de la ficticia de Barra y su grandioso aporte a la historia cultural de Europa, su potencial romance con Le Notre, o la soledad de Luis XIV, protagonista de un mundo que sólo controla en apariencia.

Esa búsqueda temática otorga un ritmo inusual a la cinta, con largas escenas de confrontación mediante diálogo que sirven de puente a etapas más fuertes de la trama. Finalmente, En Los Jardines del Rey es una exploración de carácter: quizás no el de Francia según descubrimientos históricos, pero si el del universo planteado en la cinta. Es una historia de emociones y deseos en relación al mundo exterior, y la lentitud de su desarrollo podría resultar inicialmente monótona, pero todo cambia llegando al final. Mientras tanto, lo que queda es el sincero amor de Rickman por su primera carrera: las actuaciones de Winselt y el resto del ensamble transciende el sofisticado lenguaje de la época y recae con orgullo en el valor del rostro: personajes que hablan con los ojos. En Los Jardines del Rey es a la vez un homenaje al arte de la interpretación, y un esfuerzo por estudiar un tema que supera la precisión histórica y estética: la emoción humana.