Estoy enamorada.

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Esta noche me he quedado con tantas cosas que decirte. Tantas palabras no dichas aún y tan embriagante el deseo de inundarte con mi vida. Me pongo a recordar y me descubro nuevamente deseándote en mi. Imaginando, por pequeños instantes, que estás aquí en mi cama conmigo. Cierro los ojos y recuerdo los breves momentos en los que no desapareces. Cómo quisiera volver a verte, tan sólo una vez más. Tu recuerdo llena cada instante y cada milímetro de piel, de mi piel. Y una vez más cierro los ojos y me dejo llevar por el recuerdo de tu voz esta noche. Esa voz que suavemente imagino acariciando mi cuerpo; esa voz que es el recuerdo de esta noche en la que perdida, te encontré. Yo en tu cuerpo y tú en el mío. Aunque fuera por un instante.

Tu voz, tan tímida, tan ponderante… tan seductoramente tú, y yo imaginando lo que tus manos, tomando el lugar de tu voz esta noche, harían con mi cuerpo. Imagino tu voz, suspirando con respiración agitada, describiéndome cual cuento, lo que tu lengua sobre mi piel dibujaría esta noche. Tu voz, tan suave pero profunda, justo como deben sentirse tus manos recorriéndome por completo. Esta noche, en la que te suspiro, vuelves a mi en recuerdos. Esta única noche, en la que sólo tu voz grabada en mi memoria y el recuerdo de tu imagen me arrancan de mi cama con tus palabras. Y con el mismo suspiro desbordado de placer que desde que te vi dibujaste en mis labios, te deseo y te imagino conmigo, pues esta noche me he quedado con mil deseos que no puedo cumplir por tu ausencia. Y me quedo sola con mi pensar en esta noche y en tu cuerpo.

Estoy enamorada. Enamorada de ti. De ese hombre maravilloso que sale en cada película romántica. De cada héroe que noblemente salva una vida, una nación, una causa. Y no soy la única. Toda mujer se enamora cada vez que uno de estos maravillosos hombres se retrata en una película. Sin importar la edad de la mujer o el héroe, nos enamoramos perdidamente, aunque sea por dos horas, en una sala oscura de cualquier cine. Cuando niñas es el protagonista de un mágico cuento llevado a la pantalla grande. Cuando adolescentes es aquel guapo y aventuroso muchacho que es divertido y valiente pero tierno. Después es el profesionista o el héroe o el forajido o hasta el asesino, eso en realidad no importa. Y así nos enamoramos de muchos hombres durante toda nuestra vida.

A las mujeres nos gusta ver películas románticas por la misma razón por la que a los hombres les gustan las películas de acción: nos gusta imaginar, aunque sea por unos momentos, que somos nosotras las protagonistas y dueñas del amor de estos hombres. Después de todo, ¿a quién no le gustaría un amor que sea capaz de todo? Así que nos convertimos en princesas, hechiceras, guerreras o simplemente en chicas comúnes mientras duran las luces apagadas. Entre más jóvenes somos, más expresivamente demostramos estas fantasías. Conforme vamos creciendo muy probablemente no gritemos a los 4 vientos que brevemente nos enamoramos de un nuevo hombre, pero indiscutiblemente está en nuestra cabeza y en la piel chinita que a oscuras nadie ve.

Sin importar si la película es la cursilería POP más reciente o la historia más clásica de amor, siempre hay infinitas oportunidades de enamorarse. El mundo del cine es tan amplio que teniendo o no el gusto cinematográfico más refinado podemos encontrar un nuevo amor. Y sentiremos en la panza un vacío profundo. Y sentiremos en la piel un escalofrío que nos recorre completas. Y tal vez se derrame alguna lágrima, pero en cuanto se enciendan las luces volveremos a ser nosotras que caminando hacia la salida del cine nos despedimos de nuestro nuevo amor.