La realeza siempre ha tenido una atracción casi irresistible sobre los cineastas, en especial aquellas cintas en donde se muestran sus debilidades y aspectos humanos. Grace Kelly, además de ser una princesa, era una actriz no sólo muy conocida, sino querida y admirada, pues nunca requirió algún escándalo para convertirse en una celebridad, y durante todo el tiempo se comportó con la elegancia y clase de una dama. Por ello, resulta especialmente tentadora para el cine, y sólo las circunstancias de su muerte hicieron que se tomaran tanto tiempo en llevarla a la pantalla, cosa que finalmente sucedió.
En vez de intentar realizar una cinta biográfica, el director Olivier Dahan decidió centrarse en un momento especialmente delicado de su vida, cuando la situación política de Europa era especialmente delicada. A pesar de la calidad histriónica de Nicole Kidman, el tratar de ponerse a la altura de una leyenda de este tamaño será un reto enorme, y habrá que ver si es capaz de llenar esos zapatos.