La más reciente cinta de Nate Parker está resultando una sensación en los festivales en los que se ha presentado, y se espera que sea una de las más taquilleras en los próximos días. Sin embargo, el que se haya elegido este título no es accidental, y tras del mismo tenemos uno de los casos más graves de racismo en la pantalla, y este estreno es una respuesta algo tardía a este conocido escándalo.
En 1915, el director estadounidense D.W, Griffith lanzaría a la pantalla una cinta con el mismo nombre, que se basaba en la novela The Clansman, de Thomas F. Dixon. La misma mostraba los momentos finales de la Guerra Civil, en donde los negros, al ser liberados, comenzaban a tomar cada vez más puestos en el Gobierno, creando leyes que les daban derechos muy por encima de los blancos. Para evitar estos abusos, un grupo de patriotas formaron una fuerza para detenerlos: El Ku Klux Klan.
Incluso para una época en la que el racismo no era tan perseguido - de hecho las leyes de segregación aún estaban vigentes - la respuesta fue brutal. Si bien fue un éxito en los estados del Sur, donde literalmente abarrotaron las salas, en muchos otros hubo protestas para que se prohibiera, e incluso la NAACP intentó, sin éxito, de bloquearla. La reacción de Griffith a los hechos fue tal, que su siguiente cinta sería Intolerancia, pues él sintió que su derecho de expresión fue pisoteado.
Pero quizá la mayor reacción fue la llamada Segunda Ola, en donde el KuKlux Klan tuvo un fuerte resurgimiento precisamente debido a la cinta. El grupo, que había casi desaparecido, y se conformaba por apenas un puñado de seguidores, volvió a crecer notablemente, volviéndose además más activo.
El título de la cinta recientemente lanzada, es una respuesta a esta película, reivindicando la posición de los negros en Estados Unidos. Si bien históricamente anterior, y sin ninguna relación con la historia de Griffith más que el título, las intenciones del cineasta son más que claras.