Hermosa Juventud

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Hermosa Juventud (parte de la 58 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional), es un ejercicio de crítica social y proeza dramática en la misma película. Su argumento nunca cae en un terreno melodramático ni aspira al sermón moralino, gracias a una eficiente realización y rigor contextual. La cámara en mano, cuyo aparente origen reside en el documental de los años 60 y ha sido popularizada por los hermanos Dardenne (entre otros cineastas), representa la mirada inquieta de la audiencia, y la tensión dramática que genera aún sobrevive después de terminada la historia.

El mundo de Natalia (Ingrid García Jonsson) y Carlos (Carlos Rodríguez) es difícil. El embarazo que comparten es una sorpresa para sus familias y su país. Ambos son víctimas de la reciente crisis laboral en España, y en caso de que tal realidad no sea conocida por el espectador, Jaime Rosales (guionista y director de la cinta) se asegura de mostrarla. Si bien la narrativa tiene un objetivo claro, no es difícil suponer que gran parte de los diálogos son improvisados, siempre alrededor de una constante ansiedad audio-visual, en espacios públicos pero sorprendentemente vacíos, y la sensación de que, más allá de estar en una película, todos sus participantes dejan de actuar en algún momento, porque muy probablemente, como españoles, ya han vivido lo que sus personajes relatan.

En ese sentido, la relación entre Carlos y Natalia es a la vez realista y esperanzadora. Bien es cierto que el amor y la lealtad superan a todo problema, pero el mundo del cine ha avanzado mucho desde aquella escena en Lo Que El Viento Se Llevó, donde Scarlet (Vivien Leigh) jura no volver a tener hambre. En el caso de Hermosa Juventud, el amor entre Carlos y Natalia es vulnerable, inseguro, y con una constante probabilidad de destrucción. Pero sobrevive y respira una agridulce sensación de intimidad. De forma similar a La Vida de Adéle algo en la espontaneidad e improvisación de Ingrid García Jonsson y Carlos Rodríguez recuerda a las relaciones del aburrido mundo real, y no de la - a veces prejuiciosa - esperanza que el cine puede ofrecer. La premisa de Hermosa Juventud pudo terminar en muchos lugares, pero Jaime Rosales decide mantenerla en el espacio más difícil: la cruel e impredecible continuidad del presente.

 

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Con Hermosa Juventud, Ingrid García Jonsson demuestra un joven e increíble talento actoral.

 

Y con el presente de referencia, vale la pena preguntarse qué tan difícil fue - en términos financieros - realizar esta cinta. Independientemente de su presupuesto, la economía cinematográfica que resulta es ingeniosa y refrescante. Rosales utiliza los medios de comunicación de sus personajes para demostrar el paso del tiempo, y - en un par de memorables escenas cerca del inicio y final de la cinta - adopta el estilo de Import/Export de Ulrich Seidl, cinta de 2007 que también enfrenta al desempleo. Y sin embargo, gran parte de la historia aún regresa a Natalia, y encuentra a una enorme potencia actoral con Ingrid García Jonsson. Su perfil físico encajaría perfectamente con un estereotipo favorito del cine occidental, pero Natalia no es otra rubia de ojos azules. Aún cuando todas las palabras que no dice hablan con sus ojos, reivindicando el valor del rostro como herramienta esencial, no sólo del drama más sutil, también del más humano.

La crisis económica de Europa aún no ha encontrado una explicación para encontrar su origen, y menos aún para anunciar su final. Hermosa Juventud se enfoca en algo mucho más relevante: es una cruel - pero creíble - vivencia del presente. A la vez una cinta que reitera a la narrativa como una fuente más grande que el presupuesto, y un retrato del amor como una experiencia lejos de sobre-humana pero sí extraordinaria, será interesante volver a visitarla en una década, cuando, idealmente, el contexto sea otro. Por ahora, de todas las historias que ofrece, Hermosa Juventud puede quedar reducida a dos crónicas: La de una creciente edad hacia la sorpresa, y la de un Primer Mundo, amenazado ante el cambio.