En algún momento de la historia de la Ciudad de México, el ir al cine era una experiencia realmente especial, en donde el simple hecho de ir a la sala era tan exuberante como la misma cinta. Es posible recordar como las salas se dividían muy difusamente en tres niveles, dependiendo del nivel económico de los asistentes. Casi todas las salas tenían boletos de piso y de "gayola", que era un nivel superior más económico, y que muchos utilizaban para lanzar todo tipo de proyectiles a los de abajo. El intermedio era parte importante de la proyección, que si se interrumpía en otro momento, provocaba el grito casi simultaneo de "cácaro".
Las salas más famosas de aquellos tiempos eran el cine Chapultepec, el Hollywood, la Raza, el Continental - prácticamente exclusivo de cintas de Disney - el Goya - de donde se originó la porra universitaria - y muchos más, demasiados para este espacio. La Permanencia Voluntaria era un extra que muchas salas ofrecían, así como las dos películas por el mismo boleto.
Actualmente, la atención en lo multicinemas es impecable, la limpieza perfecta y los horarios muy precisos, pero hay todavía un dejo de nostalgia en esas viejas salas de barriada, en donde no había película que no fuera interrumpida por un "Ya Llegué...".
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Aún en los noventas había intermedio en los cines, eso es algo que se extraña pero te mantiene más interesado que la película sea proyectada sin pausas.