Horrible y aburrida Navidad: Krampus

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Krampus es la segunda entrega de las historias navideñas en cartelera (siguiendo a la aún disponible y entretenida Navidad con los Cooper), y busca, en principio, separarse de toda tradición. Desde su inicio (un montaje en cámara lenta que demuestra la agresividad y falta de cariño humano en la temporada de compras navideñas) Krampus apuesta por una realidad probable, no ideal. Este enfoque continua con la presentación de Max (Emjay Anthony), quien desea la normalidad familiar de un pasado olvidado entre su familia. Y el presente ayuda a enfatizar este deseo: los "seres queridos" de Max son una pareja en conflicto su padre Tom (Adam Scott) y su madre Sarah (Toni Collette), un amante de las armas (su tío Howard, David Koechner), alcohólicas recién salidas de Two and a Half Men (su tía Dorothy, Conchata Ferrell), y adolescentes aburridos o muy violentos (su hermana Beth, Stefania LaVie Owen, y sus primas Jordan, Queenie Samuel y Stevie, Lolo Owen) Max sólo tiene a Oni (Krista Stadler), su abuela, y una carta a Santa Clos que destruye con frustración después de un enfrentamiento entre la disfuncional familia.

Pésima idea. La mañana siguiente inicia con una tormenta de nieve aparentemente infinita, y cero electricidad y agua para todo el barrio. Pero ese es el menor de los problemas. Poco a poco, Krampus deja de ser otra narrativa sobre tensión familiar en épocas de supuesta felicidad y avanza a transformarse en cine de terror... O al menos, lo intenta.

Krampus parte de un concepto interesante, pero la falta de claridad y ejecución narrativa impide que sea una historia interesante
Krampus parte de un concepto interesante, pero la falta de claridad y ejecución narrativa impide que sea una historia interesante

La idea detrás de Krampus no es mala: en aquellas navidades donde no hay deseo, es posible invocar al "lado oscuro" de Santa Clos, manifestado en un enorme monstruo que transforma a los juguetes de regalo en perversas máquinas de asesinato. Conforme la trama avanza, los personajes secundarios comienzan a desaparecer, hasta que la familia se enfrenta a un pequeño ejército de galletas de jengibre malignas, osos de peluche con un apetito de sangre, y robots con habilidades extremas de acupuntura. Ello resulta en secuencias de acción que intentan mezclar terror y comedia, pero nunca lo logran, en parte porque ninguno de sus componentes queda del todo realizado: después del suspenso que prologa la aparición de, por ejemplo, duendes malvados, lo que resta de la familia comienza a luchar con ellos, fingiendo susto e intercambiando chistes que no vienen al caso en cuestión de segundos. En vez de sostenerse en algo concretoKrampus arroja una decena de emociones distintas a una licuadora, con la probable esperanza de que el resultado sea sólido. Pero lo único que proviene de ello es confusión y un cierto nivel de inverosimilitud: tras la desaparición de Beth, Sarah transita de la preocupación natural por aquel evento a la calma absoluta, y de regreso a la crisis quince minutos después. La falta de convicción narrativa se evidencia en su elenco: incluso la actuación de Colette, quizás la más dramática de la historia, se siente fuera de lugar, porque precisamente lo está, y lo mismo puede decirse de los "momentos dramáticos" que tienen a Max y sus parientes como protagonista más adelante en la historia.

Krampus es un caso de un buen concepto y mala ejecución, enterrado en decenas de efectos especiales con la esperanza de que eso la rescate. Pero hay una línea gruesa entre la imaginación y la ingenuidad, y la cinta de Michael Dougherty(escrita por Todd Casey y Zach Shields) demuestra su existencia. Con suerte, la idea sobrevivirá en las agendas de Universal (co-productora de la cinta), para la siguiente Navidad, y de una forma mejor envuelta y, sobre todo, mejor pensada.

Manuel Cruz

@cruzderivas