Con la llegada a la pantalla de Insidious, del 2011, muchos espectadores se encontraron con una cinta bastante aceptable, con un concepto de terro bien manejado, pero que no lograba cuajar completamente. Considerando todo lo que se esperaba de James Wan, el resultado fue ligeramente decepcionante, aunque pudo hacer un papel bastante respetable, lo suficiente cuando menos para merecer una secuela.
Sin embargo, esta segunda parte tiene todas las de perder, pues se trata de la continuación de un film que se salvó de la mediocridad por apenas centímetros, y con una historia que se cierra casi completamente al concluir. Si bien Wan tiene arranques de genialidad que nos pueden hacer concebir alguna ligera esperanza, cuando menos la suficiente como para tratar de ver la película, son muy pocos los que son lo suficientemente optimistas como para esperar algo que valga la pena. Si bien me reservaría mi última palabra hasta que se den a conocer unos cuantos detalles más de la producción, la postura a tomar es verdaderamente pesimista, por lo que será mejor ir buscando alguna otra opción para la temporada de Halloween.