Juanito y la Ley de Herodes

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Damián  Alcázar en la Ley de Herodes
Damián Alcázar en la Ley de Herodes

Festejar no implica dejar de ser objetivo. Y si bien es cierto que hoy es un día para festejar lo que somos, también es un día para pensar... y quizás soñar que podemos ser mejores.

En la semana, Ricardo Alemán en su columna Itinerario Político del Universal, escribía sobre las similitudes entre Juanito y la película de Luis Estrada La ley de Herodes. Juanito es hoy por hoy la figura más  popular de la política mexicana: la síntesis de nuestros vicios, de nuestra corrupción, de nuestra mediocre clase política. También es un hombre como muchos de nosotros: el hombre sencillo que quiere llegar, que quiere dejar de ser... aunque en el camino corrompa sus más esenciales valores.

Alemán apuntaba - acertadamente- las más evidentes semejanzas de la historia ficticia de Juan Vargas -interpretado magistralmente por Damián Alcázar en la película- con la de Juanito - que ni se llama Juanito en realidad y siempre habla de sí mismo en tercera persona.  Tristemente van más allá de nombre:

¡No lo van a creer¡ —los que no han visto la película y los que ya la olvidaron— pero el personaje central es un pepenador que vive de la venta de chácharas, llamado “Juan”, y que a la menor provocación para servir a su partido —el PRI—, responde convencido: “¡A quien hay que matar!”.

¡No lo van a creer, pero el político encumbrado que “palomea” al “Juanito” de la historia de La Ley de Herodes, se llama “el licenciado López”!. Y ese “López” ordena buscar “al más pendejo”, para prestarle la alcaldía de “San Pedro de los Zaguaros”, ya que “sólo estará en el cargo dos o tres meses, mientras vienen las elecciones”.

¡No lo van a creer..!, pero ya como alcalde, el “Juanito” de la ficción llevada al cine abraza la Constitución, y empalagado por las voces amigas sueña “con ser senador, gobernador y… seguro algo más”. La fama, el poder y el dinero pierden a “Juanito”, lo convierten en criminal, ladrón y, claro, lo llevan a las alturas del poder en México. Los críticos de cine nunca reseñan el final de una película. Pero en realidad la película del Juanito de Iztapalapa convertido en figura de la política nacional —de la pobre izquierda mexicana— apenas empieza. Y cuando vean La Ley de Herodes, sabrán hasta donde llegará Juanito.

Yo agregaría un elemento más: al igual que en San Pedro de los Zaguaros, el pueblo en Iztapalapa parece mudo. Todo el diálogo es entre los de "arriba"sin que nunca se pregunten por lo que los votantes - en este caso- de verdad quieren. Estrada resolvía el asunto en la película diciendo que eran indígenas y no hablaban español. Y si esa no es la disculpa, ¿cuál es el motitvo por el que la gente se calla y acepta? Quizás haya llegado el momento de cuestionarse seriamente si ese es el camino para contruir una democracia participativa y si esa es la clase política que queremos. Y si para esa reflexión sirve el cine, bienvenido sea. Pero, no nos amarguemos tanto, que siga  pues la fiesta:

¡Viva México! ...y que resista...y que nunca nos caiga - de nueva cuenta- La ley de Herodes!!!