La Broma Asesina o de cómo Jodorowsky se convirtió en un vendedor de sabiduría

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El lector dirá que he perdido la cabeza con el título. ¿Qué tiene que ver la psicomagia con la adaptación animada de la novela gráfica de Alan Moore? ¿Será que Bruce Wayne se haya iniciado antes que Jodorowsky en las artes psicomágicas y sus actos justicieros y el disfraz de murciélago sean parte de un rito simbólico para vengar la muerte de sus padres? ¿O sólo divago para ver si por suerte se me ocurre una manera de establecer un lazo entre lo uno y lo otro? Puede que no haya que crear ese nexo, y ni siquiera ir muy profundo entre las conexiones que trama el universo. Tanto el ahora asumido sanador de almas como La Broma Asesina tienen seguidores dispuestos a poner su lanza en ristre para defender a quien ataque a sus objetos de adoración. Ambos poseen un discurso que si desenrolláramos en sus capas de significado le daríamos la vuelta a una manzana (Jodorowsky, en 140 caracteres, desperdiga su sabiduría hacia los confines del espacio por varias rutas en las que las extensiones de su intelecto viajan con la expansión estelar, y que se van, se van, se van, y no regresan, de tan inasibles para los humanos). Es un factor en que confluyen que nos servirá en el comentario a la nueva animación de DC: la desenfrenada industria cultural.

Más que coquetear con la locura, Jodorowsky es un muerde-almohadas de la oligofrenia —si se me permite recrear mi fórmula psicomágica—. Ya los mejores años del artista chileno han pasado; se ha mantenido vigente con su curioso método para curar los complejos de la psique, combinación entre psicoanálisis, chamanismo, incorrección política y buena onda de los arcanos. Ser líder de opinión le ha permitido congregar una caterva de seguidores en redes sociales, que si son tan listos como parecen, han comprado sus libros iniciáticos que solucionan problemas tangenciales de la mente, y que, sobre todo, otorgan una iluminación más allá de la razón y la cordura, que le añade pliegues a la inteligencia del humano común para ver más allá de lo evidente. ¿Quién no compraría la sabiduría del rey Salomón en botellas de botica?

En la industria cultural, libros y películas adquieren rasgos que satisfacen necesidades inmediatas del consumidor, tal como una cuchara sirve para comer la sopa o un vaso para contener líquidos. Desde esta perspectiva, quien consume cultura debería acceder mediante discursos cortos, oscuros y exuberantes, a un ámbito que se alcanza sólo con leer páginas y páginas de lectura y ver kilómetros de metraje de cine: algo así como querer condensar Crimen y Castigo en un tuit.

La Broma Asesina es como de esas reproducciones de obras de arte que se venden a las afueras de los museos como recuerdo
La Broma Asesina es como de esas reproducciones de obras de arte que se venden a las afueras de los museos como recuerdo

Ese objetivo se ostenta cínicamente en La Broma Asesina: es como de esas reproducciones de obras de arte que se venden a las afueras de los museos como recuerdo. El discurso y la historia de Alan Moore —que cabe decir, tiende luego al desvarío elocuente, y en esta novela gráfica no es la excepción— son lo más interesante de la adaptación. La animación no pretende plantearse una atmósfera que sea, de menos, las muletas de este filme que nació cojo, al definirse como una mera traslación de viñeta a secuencia; nos remite a los trazos sencillos de la clásica serie de los noventa del hombre murciélago, acaso por explorar efectos nostálgicos o por simple falta de originalidad; desmerece frente al trabajo del dibujante Brian Bolland.

La animación no pretende plantearse una atmósfera que sea, de menos, las muletas de este filme que nació cojo
La animación no pretende plantearse una atmósfera que sea, de menos, las muletas de este filme que nació cojo

El arco argumental que pretende construir las motivaciones de Barbara Gordon (Batgirl) y en donde debería establecerse un vínculo emocional entre ella y Batman raya en la comedia romántica; no se empalma con la sordidez de la segunda parte, donde el Joker empieza la broma. Con todo y que Batman no se distingue por ser el personaje más pasional, el dicho arco debió provocar una reacción de proporciones sádicas que respondiera a las acciones de su eterno enemigo contra la hija del comisionado Gordon. Sin embargo, cuando se llega al momento del calco del original a la pantalla, el director se olvida de la historia del yoga y del amigo homosexual. ¿Dónde queda el interesante personaje Paris Franz, el mafioso que es golpeado salvajemente por la Batichica?

El arco argumental en donde debería establecerse un vínculo emocional entre ella y Batman raya en la comedia romántica
El arco argumental en donde debería establecerse un vínculo emocional entre ella y Batman raya en la comedia romántica

No había que esperar mucho atrevimiento en el final, si la meta no era una adaptación encomiable, sino complacer al fanático de la novela gráfica —que quizá también esté decepcionado—. No obstante, sin algún canon de historieta que satisfacer, era la oportunidad de quitar el sabor agridulce del final abierto, y cerrar la adaptación con el que imaginó Alan Moore originalmente (no proseguiré a contar en qué consiste, por sí hay algún lector sensible al spoiler).

En conclusión, La Broma Asesina es un producto olvidable de la industria cultural.

La Broma Asesina

  • Voces: Kevin Conroy, Mark Hamill, Tara Strong, Ray Wise
  • Dirección: Sam Liu
  • Guion: Brian Azzarello (basado en la novela gráfica de Alan Moore)
  • Producción: Bruce Timm, Alan Burnett y Sam Register
  • Distribuidora: Warner Bros. Pictures

Calificación Cine3: **1/2