La cobertura mediática a examen. ¿Qué hicieron los medios cuando se estrelló el jet?

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Pues al igual que el dinosaurio, después de que el jet se estrelló, los medios todavía estaban ahí. Más allá del análisis político del suceso, la cultura mediática mexicana puso de manifiesto todas sus contradicciones, fobias y vicios que han marcado el quehacer informativo a lo largo de décadas.  

Y es que es un error pensar que la modernidad llegó a los medios mexicanos aparejada de la tecnología. En plena era de la digitalización y el internet, las versiones encontradas, las contradicciones, la suspicacia, la desinformación se hicieron presentes a muchos niveles y de muchos tipos.  

Pero quizás sea bueno empezar a manera de crónica sentando las bases de lo acontecido. Martes 7 de la noche. Hora pico del tránsito en la capital mexicana, la segunda ciudad más poblada del planeta. Todo mundo volcado a la elección en Estados Unidos, donde el cantado triunfo de Obama se materializaba poco a poco. Las cadenas de televisión y radio hacían cortes cada media hora, el Internet se actualizaba cada quince minutos. CNN en español mantenía una transmisión especial y los titulares de muchos espacios informativos estaban en Washington cubriendo la nota y haciendo la crónica del momento histórico en que un afroamericano llegaría al poder en Estados Unidos.  

Pero así son las tragedias, intempestivas, inesperadas. Pasan justo en el momento que tenemos la vista en otro lado, que bajamos la guardia, que no pensamos en la fragilidad de nuestra existencia. Las tragedias son siempre un aterrador recordatorio de nuestra condición mortal, de que la vida se acaba y que nadie la tiene comprada. La cama no estaba echa, ni quién se va morir, cantaba alguna vez Chava Flores. 

Fue así como suecedió todo: un jet se estrella en la zona de Polanco, centro de oficinas y establecimientos, a una hora particularmente difícil para el tránsito y la vialidad. TV Azteca suspende Ventaneando, Televisa corta una telenovela. El radio ya estaba ahí y el internet tardó un poco en empezar a subir información. Pero a las 7:15 ya todos lo sabíamos. Un fatal accidente aéreo en el corazón de la ciudad ocasionaba un incendio, muertos, heridos,carros calcinados y edificios dañados.  Los que sucede después es una guerra de versiones, de informantes en vivo y en directo desde el lugar del incidente que se disputan la nota de la primicia.

Pero más allá de los detalles morbosos, nadie se atrevía confirmar que el secretario de Gobernación junto con su comitiva – funcionarios todos de alto nivel- viajaban en la aeronave. Javier Alatorre fue el que se aventuró a más y solo dijo que parecía que la nave era de uso oficial. Suficiente para que el internet y el radio lo citaran. Suficiente para alimentar el ego de haber sido el primero en preparar el terreno.  Los medios esperaron la confirmación oficial, que vendría del Jefe de Gobierno del Ciudad de México, Marcelo Ebrard. Sí venía en la nave el Secretario de Gobernación y había muerto junto con todos los ocupantes. CNN puso a cuadro a Carmen Aristegui que dió la nota y fue la primera en la televisión que lo hizo.  Televisa lo hace segundos después en voz de Loret de Mola y TV Azteca pone a cuadro a Javier Alatorre. Pero el radio ya lo había transmitido en voz del propio Marcelo Ebrard en una entrevista de banquetazo. La noticia genera pánico, sospecha y suspicacia.

Ya nadie se acuerda de Obama y empieza a pensar con cada vez más insistencia en la teoría del atentado. La televisión se ve lenta y cautelosa. Loret y Adela Micha cortan y regañan al reportero que empezaba a narrar la escena en forma dantesca. Nunca imágenes de nota roja. Algo aprendieron desde las fuertes críticas acerca de la transmisión de los linchados en Tláhuac.  En el radio la suspicacia ya estaba a todo lo que daba, con testimonios de testigos y reporteros que llegaron en motocicleta al lugar. El internet se actualizaba pero mantenía la versión oficial.

 A la nueve vimos y oímos el discurso del Presidente Felipe Calderón, afectado y dolido. Los análisis del discurso en función de los silencios y las interpretaciones no se hicieron esperar. “Nunca dijo la palabra accidente”, decían algunos “dijo redoblar esfuerzos, ¿será contra el narcotráfico?”y cosas por el estilo.  Al otro día muy de mañana, el secretario de Comunicaciones y Transportes empezó su tarea tranquilizadora: Fue un accidente. Eso oímos y vimos desde al siete de la mañana. Todos los medios se cuadraron, dieron espacio, repitieron el mensaje. La teoría fue cobrando fuerza, se mostraron las imágenes de radar, las comunicaciones con la torre de control.  Pero ya era tarde. El mensaje se repite, lo sostienen, lo exponen. Nadie les cree.

Los medios entonces hicieron su último intento por revertir el efecto del sospechosismo. Se abocaron a mostrar el lado humano de la tragedia: no era solo un funcionario, era un padre de familia joven que deja huérfanos a tres niños. Trataron de volver la muerte en algo cercano, en algo que nos conecte con el dolor de su familia y de sus amigos. Y entre sus amigos, el Presidente de la Nación que no perdió un colaborador, sino a un amigo cercano.  

Y sin negar que dicho dolor es real, la estrategia no parece surtir efecto. Nadie  cree del  todo la teoría del accidente a pesar del bombardeo mediático. Teorías de la conspiración, guerras sucias, intrigas palaciegas, hay de todo en el imaginario colectivo, hasta el taquero o el taxista tienen una versión particular de los hechos. 

 Las lecciones – que deberían ser aprendidas- ahí están y son para todos: los medios podrán empezar a hacer un examen de conciencia. La clase política debería comprender mejor la necesidad de transparentar todo lo que hace y dice. Y los mexicanos, bien podríamos ser más críticos con los medios y con las verdades que nos cuentan.