La identidad nacional en 600 Millas

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Mientras conduce entre el desierto de México y Estados Unidos, Arnulfo (Kristyan Ferrer) habla con sí mismo. A veces se trata de discursos que le dirá a sus jefes, a veces mentiras breves a los policías fronterizos. Bajando a a la tierra, es fuerte, insultante, machín. Amenaza a uno de sus aliados con una muerte a golpes. Pero cuando la posibilidad de perder el control se acerca, se convierte en un niño, berreando hasta que el caos a su alrededor termine.

600 Millas, ópera prima de Gabriel Ripstein, se balancea en dos principios que podrían definir al cine: por un lado, la documentación de la realidad que cubre a un entorno. Por el otro, un llamado a la imaginación narrativa, que no se aleja de ser el cruel reflejo de una verdad. Al igual que Heli de Amat Escalante y La Jaula de Oro de Diego Quemada-Diéz, él tema de 600 Millas es cercano a la realidad nacional: la trama sigue a Arnulfo en su primer intento por traficar armas de un país al otro, objetivo que se complica con la aparición del agente Hank Harris (Tim Roth), quien ha estado espiando al compañero estadounidense de Arnulfo por un tiempo. Tras noquear a Harris, Arnulfo no tiene más opción que secuestrar y - temeroso de su primera ejecución - convertir al oficial en un compañero de viaje a regañadientes.

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600 Millas explora la relación entre Hank (Tim Roth) y Arnulfo (Kristyan Ferrer)

El tráfico de armas es tan real como la tragedia detrás del proceso migratorio, o la relación entre narcotráfico y ley retratada en La Jaula de Oro y Heli, respectivamente. Al igual que esas cintas, Ripstein se enfoca en el impacto humano de los hechos, especialmente en la incapacidad que atrapa a sus dos protagonistas por escapar del presente (también un elemento central en la trama de Las Elegidas, cinta de David Pablos sobre la prostitución) El interés de Harris por las armas viene desde la infancia, y la trágica muerte de su mujer no parece ayudarlo a distraerse del trabajo. En calidad de rehén, Roth lleva a su personaje con una serenidad, incluso indiferencia hacia el futuro, junto a un acento que coloca al actor inglés en el club de los No-Estadounidenses Verosímiles, compuesto de notables miembros como Daniel Day- Lewis en Petróleo Sangriento.

Arnulfo, que pasa de depredador a presa en cuestión de segundos, (en especial, durante un enfrentamiento familiar con su tío (Noe Hernández), en una secuencia que demuestra la magistral habilidad de Ripstein para colocar distintos puntos de observación e interés en un sólo plano) no sólo es el retrato verosímil de alguien en la situación que lo rodea, sino un potencial contra-argumento hacia la juventud en el narcotráfico. Quizás los soldados con menor experiencia de los Carteles más aterradores lloran y temen como Arnulfo. Quizás ensayan su “persona” frente a un espejo, como hace Ferrer en otra extraordinaria secuencia, antes de entrar al mundo real. Y quizás cuando desean escapar, descubren que la jaula siempre ha estado cerrada, y nadie tiene la llave. Con Arnulfo, Ferrer podría resumir a una gran fracción de la cultura nacional en un solo personaje: violenta y temerosa, torpe y agresiva, hombrecito y niño. Ferrer no sólo ofrece un personaje tan versátil y sorpresivo como la trama que lo rodea, también un retrato incómodo de su tierra natal.

600 Millas podría pertenecer a un “cine de reacción”: Si bien la relación de Hank y Arnulfo proviene de Ripstein (y su co-guionista Issa López), el tiempo y lugar que define a su historia existía desde antes. El límite de la narrativa ficticia se vuelve la realidad, y después de una conclusión impactante, la trama de 600 Millas se aclara de una forma cruel: No hay nada fuera de lugar, o exagerado, o un deus ex-machina. Para los que conozcan México, es así porque así es. Más allá de ser una historia con giros y sorpresas, y empujada por las extraordinarias actuaciones de Roth y Ferrer, 600 Millas es, como las cintas anteriormente mencionadas (y decenas más, haciendo que la línea entre ficción y documental sea cada vez más borrosa), un pedazo de actualidad histórica, palpable, cruel, genuina. Y también, una de las mejores películas del año.

Manuel Cruz

@cruzderivas