Cuando llegó a la pantalla por primera vez la cinta La Mujer Maravilla, algunos críticos se atrevieron a calificarla como la primera cinta que presentaba como protagonista a una mujer fuerte, con autodeterminación y capaz de defenderse a sí misma. De inmediato, muchos fans se lanzaron a debatirlo saliendo a relucir nombres como La Teniente Ripley, Sarah Connors, Buffy, Alice y varios otros nombres más. Y ciertamente, todas ellas llenaban perfectamente este perfil, pero ninguna de ellas fue la primera en llenar este nicho. En realidad, el honor le pertenece a otro nombre, y es mucho más viejo de lo que imaginamos.
Para la década de los 10, los seriales era la forma más popular en el cine, donde se proyectaban capítulos de 15 minutos que, invariablemente, terminaban en un momento de suspenso, que obligaba al espectador a volver para ver como terminaría. Prácticamente todos los protagonistas eran varones, hasta que en 1914, los directores Louis J. Gasnier y Donald MacKenzie decidieron apostar por algo diferente, y lanzarían el primer capítulo de The Perils of Pauline, o Los Peligros de Paulina.
La premisa básica era sencilla: Pauline Marvin ella la joven heredera de una enorme fortuna, pero sólo podría acceder a ella el día de su boda. En caso de que algo fatal le pasara antes de que ocurriera, su asistente se quedaría con la fortuna.
El problema era que Pauline no estaba interesada ni en la fortuna ni el matrimonio, y se dedicaría a viajar tal y como siempre lo había planeado. Por ello, su asistente planeaba en cada ocasión la manera de eliminarla, para quedarse con el dinero. Pero a diferencia de otras historias, ella era la encargada de salvarse en cada ocasión, por medio de su ingenio y habilidades. La fórmula funcionó tan bien, que de los 13 capítulos originales, se extendió a 20, y se convirtió en una imagen de mujer no sólo autosuficiente, sino que rechazaba el matrimonio, algo inusual a principios de siglo.
Por lo que podemos ver, no hay nada nuevo en este mundo.