Para 1896, un año después de la presentación del el General Don Porfirio Díaz contactó a los Hermanos Lumiere, y consiguió que fueran enviados sus dos proyectistas, Claude Ferdinand Von Bernard y Gabriel Veyre, para presentar el invento en el país. Interesado en que el pueblo conociera esa maravilla, hizo un trato con el equipo: Él les pagaría el viaje de ida y regreso a Francia, así como el hospedaje y la alimentación de dos días, y una generosa retribución. El tiempo extra que desearan quedarse, correría por su propia cuenta, pero podrían proyectar el invento a su antojo, con la única condición de que se le diera primero una función privada. La misma se realizó el 6 de agosto de ese año, en el Castillo de Chapultepec, con la asistencia de su familia y miembros de su gabinete.
Para el día 14 de ese mes, se había llegado a un arreglo con el dueño de la droguería Plateros, donde ese día se proyectó la primera función abierta, que fue un lleno casi inmediato. Los dos permanecieron en el país casi dos meses, realizando funciones con frecuencia, de modo que no sólo pudieron pagar su estancia, la renta del negocio que les permitía realizar las proyecciones, y aún así volver a su país con una jugosa ganancia. Aunque el costo de la función era de un peso, ya considerable en aquellos años, nunca les faltaba gente.
Como podemos ver, México ha tenido una tradición muy fuerte con el cine. Y si consideramos que fue el primer país de América donde hubo una proyección, incluso antes que Estados Unidos, podemos entender el porque esa pasión surgió de forma tan temprana.