La suspensión de la incredulidad

| |

En el momento en que uno toma una obra de ficción, ya sea un libro, cómic, programa de televisión o película, uno realiza un contrato implícito con el autor, en donde él podrá estirar la realidad hasta cierto límite, y mientras no se salga de esos parámetros, el lector/espectador pasará por alto ciertas imposibilidades. Esto se le conoce normalmente como la suspensión de la incredulidad, y es uno de los mejores ejemplos de como se pueden establecer límites sin necesidad de una comunicación real.
Por ejemplo, en El Señor de los Anillos, las posibilidades que alcanza la fantasía son enormes, por lo que si Gandalf estuviera atado, y saliera una flama de la punta de sus dedos para quemar la cuerda, no nos causaría extrañeza. Pero si el mismo mago usará una sierra oculta en un reloj de pulsera, todos los espectadores levantarían la ceja en señal de incredulidad. Ahora, imaginemos a James Bond generando llamas de sus dedos, y entenderemos ocmo funciona.
Usualmente, los límites de la incredulidad los marca el género, el estilo del director, o incluso la época. Como espectadores, podemos perfectamente aceptar un lagarto con algunos cuernos de latex como si fuera un dinosaurio si la película es anterior a 1960, pero después de esos años, resulta inconcebible.
Este es un elemento que los directores, escritores, e incluso autores deben de tener muy en cuenta, pues es un equilibrio muy delicado. Algo tan sencillo como un Oh sh*t dicho por una dama de la corte del Rey Ricardo puede romper con todo el encanto de una escena.