Marseille es Netflix & Kinky & Intriga de clóset. Pero también es muy entretenido

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Si algunas estructuras de narración cinematográfica tienen como objetivo presentar a personajes que avanzan de un lado al otro, usualmente de un espacio "malo" a uno "bueno", otros planteamientos sólo quieren invitar a la caída libre.

Gerard Depardieu interpreta a Robert Taro, alcalde de Marsella
Gerard Depardieu interpreta a Robert Taro, alcalde de Marsella

Esta parece ser una de las intenciones de Marseille, serie francesa co-producida por Netflix. Y aunque la crítica de su país natal la ha destrozado, la serie está muy lejos de lo terrible. Y con una segunda temporada en el horizonte, podría mejorar. Marseille también ejemplifica una transición interesante: si la época de The West Wing buscó retratar a la política como una labor fundamentalmente mencionada, la serie (y su pariente lejano pero mayor House of Cards) no tienen pudor en demostrar lo contrario. Los corredores tras el teatro de la política ya no son lindos y esperanzadores, quizás porque la realidad (o al menos, una cierta percepción mediática de la realidad) ya no lo es, y llega la hora de adaptarse. Aún así, Robert Taro (un notable Gerard Depardieu) no es Donald Trump, ni Frank Underwood. El hecho de que la serie comience con el inhalando una línea de coca en los baños del estadio de fútbol de Marsella, para presentarse como su alcalde segundos después, ciertamente no da una buena impresión. Pero Marseille busca ir más allá de las primeras impresiones, y en el camino, llega a lugares potencialmente novedosos.

Taro frente a su rival, Lucas Barres (Benoît Magimel)
Taro frente a su rival, Lucas Barres (Benoît Magimel)

La trama de Marseille se ha comparado con la de House of Cards, quizás un balance justo considerando que ambas están en la misma cadena (y la segunda lleva más años y fama que la primera). Pero en ese sentido, la similitud más justa es la premisa de esta primera temporada (a lo largo de 8 episodios), y no mucho más. Justo cuando está a punto de nombrar a su sucesor, el joven y aprendiz Lucas Barres (Benoît Magimel), y con él garantizar la expansión de la cuidad mediante la instalación de un casino, este lo traiciona, por motivos que se desenvuelven con el curso de la trama, y se lanza a elecciones propias. Pero Taro no tiene la venganza de Underwood. Apenas intenta sobrevivir.

Marseille explora temas como la inmigración, la obsesión y la corrupción
Marseille explora temas como la inmigración, la obsesión y la corrupción

Marseille es un caso interesante de exploración: los episodios pasan más tiempo observando las acciones de sus personaje, usualmente en situaciones provocadoras y potencialmente letales (Taro y su adición no es el único secreto sucio) en la ciudad. Vale la pena saber qué va a pasar después, tras el final de cada episodio, porque los temas más grandes (venganza, intriga, avaricia y obsesión vienen a la mente) captan la atención necesaria, y la actuación de cada personaje ciertamente ayuda a seguir. Al mismo tiempo, de camino a resolver todas sus incógnitas y hacer un retrato de la sociedad en esa esquina particular de Francia (poblada de inmigrantes, diferencia social, crimen, droga y corrupción), Marseille se suele desviar a un estado de forma sobre sustancia: algunos personajes se meten en sitios, aparentemente, sólo para impresionar con la imagen de sus acciones, y una serie de transiciones progresivas a lo largo de cada episodio sólo ayudan a mostrar una tensión no justificada. En gran medida, Marseille es un esbozo, un primer borrador. Pero como a veces ocurre con los primeros borradores, hay suficientes elementos interesantes por sí solos, y con mayor poder si la conexión entre ellos se hace con más cuidado. Con eso, sólo queda esperar a la siguiente temporada.