Me quiere, no me quiere y la revolución del aislamiento

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El mundo del amor cambia, y el cine, como acto de representación o actualización cultural, está consciente de ello. 500 días con ella presentó un conflicto de definiciones, la reciente Cómo ser soltera, un manifiesto a favor de la independencia, y a ello se une Me quiere, no me quiere, como una propuesta de invención. Y también representa la redención de Clovis Cornillac tras la pesadilla que fue Astérix en los Juegos Olímpicos. Algunos estamos felices por eso.

Clovis Cornillac en Me quiere, no me quiere
Clovis Cornillac en Me quiere, no me quiere

La cinta (co-escrita y dirigida por Cornillac, además de presentarlo como co-protagonista) arranca con elementos de aparente convención: Una joven mujer (Mélanie Bernier) encuentra un nuevo departamento en Paris, que piensa usar, entre otras cosas, como espacio de concentración para sus actividades con el piano, y alejarse de una relación posesiva que la acecha ocasionalmente. Pero no va a encontrar ninguna de las dos viviendo pared a pared con un inventor de juegos (Cornillac) que rechaza cualquier tipo de interacción social, en parte por razones desconocidas, en parte por argumentos interesantes. Para él, el tema es simple: la gran mayoría de la gente es irremediablemente estúpida, y su estilo de vida, conectado a los celulares, no es algo que le interese. Además, ha hecho su vida en aquel departamento, esforzándose en su última creación y colocando trampas y engaños para los vecinos que lo molesten de más con su voz, debido a que la pared que los separa nunca ha aislado el sonido, y al vivir en edificios distintos, se vuelve imposible de reparar en circunstancias más civilizadas. Sus estrategias (que consisten en girar uno de los cuadros en el departamento, e inundar el espacio con su voz) deberíanahuyentar a la última vecina, pero causan el efecto opuesto. Tras descubrir que un humano existe detrás de esa pared, la chica decide quedarse. Se puede vivir “juntos” y organizados. Para él, aquello es el inicio de la guerra.

Mélanie Bernier en Me quiere, no me quiere
Mélanie Bernier en Me quiere, no me quiere

Comienza entonces una serie de escenarios donde cada vecino provoca al otro con tal de obtener tranquilidad: él pone tornillos en la licuadora (con consecuencias no previstas) mientras ella intenta practicar el piano, ella lo tortura con el sonido de un metrónomo durante una semana entera, él se venga inundando su departamento con el sonido de una película pornográfica, mientras ella intenta hablar con la madre de una de sus alumnas. Pero entre una lucha y otra, los detalles los comienzan a unir: él sabe del piano, y le da sugerencias que mejoran drásticamente su práctica. Quizás en un giro de ironía, el aislado social sabe más de libertad que cualquiera. Y su argumento sobre el mundo exterior repercute en las experiencias que ella ha tenido: una relación de absoluto control con su pretencioso maestro de piano, que la empuja a participar en una serie de audiciones que se acercan velozmente, u la observación de su hermana, (Lilou Fogli), una mujer que mezcla el matrimonio y la maternidad con exploración de sexualidad hacia la juventud, mediante su maldito teléfono. En Francia, quizás un personaje al borde del cliché. En el resto del mundo, una razón más para reírse.

Me quiere, no me quiere podrá vivir dentro de una fórmula, - tan precisa y constante como las ecuaciones que el hombre escribe en el gran pizarrón de su departamento para armar los juegos - pero la forma en que la enfrenta hace olvidar que la fórmula estuvo ahí.
Me quiere, no me quiere podrá vivir dentro de una fórmula, - tan precisa y constante como las ecuaciones que el hombre escribe en el gran pizarrón de su departamento para armar los juegos - pero la forma en que la enfrenta hace olvidar que la fórmula estuvo ahí.

Me quiere, no me quiere podrá vivir dentro de una fórmula, - tan precisa y constante como las ecuaciones que el hombre escribe en el gran pizarrón de su departamento para armar los juegos - pero la forma en que la enfrenta hace olvidar que la fórmula estuvo ahí. Es una cinta que usa su ingeniosa premisa como un comentario social, y llega a soluciones optimistas mediante procesos justificados, lo cual la vuelve más realista e original. Es comedia como un acto de ingenio y amor como un acto de curiosidad, factores que no sólo refrescan la ficción de género, sino existen en el mundo real.

Me quiere, no me quiere es WallBook en vez de Facebook. Y eso es delicioso.

Manuel Cruz

@cruzderivas