Manuel Cruz

@cruzderivas

Mexican Gangster ofrece un buen espectáculo. 101 minutos de balas, secuencias enteras en cámara lenta, saltos en el tiempo, montajes musicales, y chistes exitosos por parte de Tenoch Huerta y Noé Hernández, entre otros. A un nivel estético, es una cinta que bien pudo haber estudiado la obra de Guy Ritchie. Pero aquel cineasta inglés, autor de obras como Rocknrolla y Snatch, y potencial responsable por el ascenso estelar de Jason Statham suele respaldar su experimentación estética con personajes y situaciones de humor astuto, incluso - ya haciendo un análisis más detallado de su obra - llegando a representar el absurdo que conllevan ciertas profesiones.

Tenoch Huerta interpeta a Alfredo Ríos en Mexican Gangster

Mexican Gangster (que de entrada puede extrañar al escoger un título en inglés para una producción completamente mexicana) intenta unirse a ese club, pero no lo logra del todo. Tampoco es una cinta con identidad propia. Su historia está basada en hechos y personajes reales, pero gran parte de sus secuencias de acción son inverosímiles, al borde de la confusión y la burla. Es una cinta que entretiene sin apantallar, al mismo tiempo hablando del tema menos entretenido en la memoria nacional, quizás sin llegar a una notable profundidad, pero haciendo un sarcástico énfasis en los motivos que podrían aterrar al país, entonces y ahora. Es una cinta lúdicamente difícil de comprender, casi como su protagonista.

Y quizás semejante confusión es lo más claro de Mexican Gangster, porque, dentro de su historia, nadie entiende a Alfredo Ríos (Tenoch Huerta), un policía transformado en el ladrón de bancos más buscado del país. Evidentemente, su profesión le ofrece ventajas financieras por encima de la población, pero Alfredo alega (durante una larga entrevista con una reportera al inicio de la cinta, que permite hilar los saltos temporales de la trama) que el acto de robar es una especie de justicia: los bancos toman demasiado. El gobierno toma demasiado. Alfredo inicia su carrera delincuente al descubrir que es imposible vivir con el sueldo de su trabajo legal, y tiene cualidades similares a Robin Hood durante los asaltos. Tampoco cree en el derramamiento de sangre, y sólo dispara para defenderse de una policía que lo ve como alguien extraordinario, siempre al escape, perdido entre rumores y teorías fallidas.

Pero, ¿por qué hace lo que hace? Más adelante en la cinta, se revela que Alfredo tiene una carrera como mariachi, bajo el nombre del Charro Misterioso. El criminal más notorio del país es también una fuente de idolatría en el sector musical. ¿Y por qué hace eso? Porque puede, convencido de que la policía no llegará a atraparlo. Y en efecto, nunca llega.

Independientemente de si el verdadero Alfredo tenía una personalidad ambigua, esa es la ruta que Mexican Gangster decide tomar. El resultado es un protagonista agradable, con un sentido del humor ocasionalmente similar al cantinflismo. Y al igual que el legendario Mario Moreno, Alfredo dice la verdad entre las bromas: su mensaje es demostrable hacia el presente. En México, parece que un ladrón roba a otro ladrón.

Esta premisa se repite durante una narrativa que exagera la realidad sin pudor: De nuevo, José Manuel Cravioto (director de la cinta) se ha inspirado en Guy Ritchie, y las secuencias de mayor intensidad en Mexican Gangster tienen una estética y musicalidad notable. Pero ello no sería tan relevante si el guión del mismo Cravioto no tuviera semejante solidez estructural: La trama en Mexican Gangster cambia de tiempo y espacio en un veloz juego de montaje durante casi toda la cinta, pero siempre volviendo a la entrevista de Alfredo con una reportera intrigada, un punto de aclaración para los personajes y la misma audiencia. Mexican Gansterestá construida con mucho estilo, pero también con la sustancia necesaria para no sentirse como un experimento estético que arriesga la verosimilitud y estructura de su narrativa (véase Días de Gracia)

Al final, Mexican Gangster deja más preguntas que hechos. Debajo de su ágil entretenimiento, comandando por entrañables actuaciones de Tenoch Huerta en el papel titular y Noé Hernández como uno de sus secuaces más preciados, hay un atento ejercicio de reflexión. Con la criminalidad nacional volviéndose más sofisticada y agresiva al mismo tiempo, la interpretación de Alfredo Ríos en esta cinta parece apelar a un tiempo de mayor raciocinio y sensibilidad detrás de los actos legales, aún cuando - según afirman los títulos iniciales de la cinta - formó parte de una re-estructuración criminal que persiste en la actualidad. Es el peor de los males, especialmente viéndolo en 2015. Pero ese no es el punto final de Mexican Gangster. El malo no es necesariamente el criminal, según Alfredo. El malo - en implícito giro de tuerca que sale de la ficción para golpear a la realidad nacional con una mezcla de curiosidad y profundo terror - podría ser uno mismo.

manuelcruz

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