Money Monster y el fracaso de la realidad

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Con el documental Inside JobLa Gran Apuesta, y ahora, Money Monster, la crisis económica global de 2008 se ha vuelto un tema de estudio cinematográfico. Y en el caso de Money Monster, la relación entre las clases sociales, filtrada por la prensa. La nueva cinta de Jodie Foster como directora podría haberse inspirado en Jim Cramer, anfitrión de un programa en CNN que recomendaba compra y venta de valores en la bolsa de una forma sarcástica y explícitamente lúdica, hasta acercarse a una de las empresas que acabó colapsándose en 2008. Mucha gente perdió mucho dinero, propiedad, trabajo, y Cramer quedó en el centro de una furiosa crítica, liderada entre otros por Jon Stewart, legendario presentador de The Daily Show. Al menos en estilo, Lee Gates (George Clooney) es similar a Cramer: descarado al borde de la vulgaridad y observador del dinero como un juego de infinitas posibilidades, arrojando metáforas aparentemente masculinas para evadir la posible duda o vulnerabilidad de sus espectadores. En un mundo donde la prensa se ha convertido en un medio de consumo ciego, Gates dicta, y los espectadores escuchan. La integridad informativa importa poco, si es que aún existe, según Patty, la directora y práctica niñera de Gates (Julia Roberts). La estrategia funciona, hasta que se rompe.

Jim Cramer
Jim Cramer

Y cuando Kyle (Jack O'Connell) interrumpe el último programa de Gates y lo amenaza de muerte, la estrategia ciertamente está rota. Money Monster enfrenta dos panoramas: las consecuencias de la información indiferente, y la búsqueda de la verdad. La segunda es estructuralmente similar a cintas como Plan Oculto o Phone Booth: narrativas de alta tensión donde los motivos del aparente villano se desvelan hasta cobrar una sorprendente racionalidad, y conceptos como justicia, igualdad, y honestidad son re definidos en el camino. Kyle es la víctima de Walt Camby (Dominic West), un billonario cuya empresa perdió $800 millones sin mucha explicación o indagación posterior al respecto. Camby lo ignoró, Gates lo reportó como irrelevante, Kyle mordió el anzuelo, y ahora las cosas están como están. Es una traición a la confianza del público, una red de mentiras que benefician a unos pocos mientras destruyen a decenas de personas. Y mientras que aquellos temas tienen mucho peso para hacer películas, el contexto de Money Monster es esencial para no entenderla como otra película más, porque no lo es. Es un escenario de qué pasaría si..., profundamente cercano a lo que acabó pasando, consecuencia de individuos y sus acciones (como Cramer) que a la fecha no han sido cuestionados, y probablemente no lo serán en el futuro cercano.

George Clooney en Money Monster
George Clooney en Money Monster

Aquel factor de Money Monster, la relación fragmentada entre justicia, prensa y público, podría dar para una película por sí sola. Considerando que casi toda esa parte de la conversación ocurre en el set de Gates, donde sólo quedan Patty y algunos técnicos que responden sin dudar a las amenazas de Kyle, también podría funcionar como una obra de teatro. Y aunque la segunda mitad de la película, creciente en escala y objetivo, no deja de ser entretenida, esa primera parte debería invitar a una profunda reflexión sobre los temas que analiza, de la misma forma que la actual elección presidencial en Estados Unidos la ha provocado, para algunos, y debería provocarla, para muchos más. Money Mosnter es ingeniosa, enfocada e impecablemente actuada, pero sobre todo, es consciente de su realidad, en uno de esos momentos donde la ficción se vuelve un reflejo de la verdad, después de que millones de personas perdieron - y continúan perdiendo - su existencia como consecuencia de su fracaso.

Manuel Cruz

@cruzderivas