Pan

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Pan demuestra que algunas generaciones envejecen independientemente de su edad. No hacía tanto tiempo que muchos conocían la historia de Wendy y sus hermanos londinenses durante la Segunda Guerra Mundial, que una noche vienen a ser rescatados por un niño extraordinario, quien los traslada hasta El País de Nunca Jamás.

Es quizás por la popularidad de aquella historia que Joe Wright y Jason Fuchs (director y guionista, respectivamente) han decidido retroceder, hacia los orígenes del propio Peter Pan. Nuevas historias para nuevas generaciones, en un contexto donde el cine de personajes fantásticos parece haber evolucionado hacia nuevos estándares de complejidad narrativa y estética. ¿Qué podría salir mal?

Pan inicia con emoción por el nuevo relato, reflejada en el rostro de Levi Miller. En un principio, Peter Pan debe ser agradable, pero Miller se esfuerza por enfatizar aquella cualidad de su personaje. Disfruta ser Peter Pan, en momentos tanto entretenidos como dramáticos. Y ello es una gran ventaja, no sólo por su obvio rol de protagonista, pero también de cara a un reparto secundario que, conforme avanza la cinta, se vuelve profundamente cuestionable.

Levi Miller es sin duda el elemento más rescatable en Pan
Levi Miller es sin duda el elemento más rescatable en Pan

Para el momento de la primera secuencia extraordinaria en Pan, donde Peter es secuestrado junto a decenas de niños en un orfanato inglés hacia una nave pirata que navega los cielos, todo va bien: Joe Wright ofrece una paleta de colores brillantes y efectos notables que trasladan a la audiencia - como a su protagonista - hacia un mundo de ensueño. La emoción de Peter Pan en aquel momento está justificada: se ha embarcado en un viaje de nuevas oportunidades y misterios intrigantes. Y en vista de que la historia de Wright y Browne es sobre él, no lo que ha hecho después, la curiosidad aumenta.

Y es precisamente en la siguiente escena que Pan da un indicio sobre su conflictiva identidad narrativa: La nave pirata desemboca en una especie de mina, rodeada de personajes harapientos á lá Mad Max: Furia en el Camino que declaman un himno al principio indistinguible, pero, segundos después, terriblemente claro.

¿Cómo es posible que la Tierra de Nunca Jamás, ubicada muy lejos del terreno humano (que a su vez queda planteado durante la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra, al igual que la historia de Wendy) conozca a Nirvana? La pregunta se quedará en la audiencia, mientras los niños esclavos de Nunca Jamás repiten la frase “Aquí estamos, entreténganos” sin cesar, liderados por el tenaz Barbanegra (Hugh Jackman, que, en un universo paralelo, podría interpretar a un primo de Wolverine que conservó sus atuendos tras una audición para Rocky Horror Picture Show), quien condena a los recién llegados a la búsqueda del polvo de hadas, un recurso altamente necesario (sin explicación alguna) para la supervivencia de su imperio.

Aquí, Pan encuentra su mayor disyuntiva: ¿Su historia trata de buenos contra malos, o pretende ir más allá, quizás hacia una justificación de por qué la versión que muchos conocen de sus aventuras es así? Esta segunda opción se responde sin tapujos con la presencia de James Garfio, (Garrett Hedlund) un minero cascarrabias que, tras breves momentos de duda, decide volverse el mejor aliado de Peter, indudablemente en el giro menos tradicional de la narrativa. Sólo resta saber por qué.

Y esa es la gran pregunta. ¿Por qué Barbanegra, quien muestra un fragmento de vulnerabilidad y temor hacia Peter, como si súbitamente fueran mejores amigos, es tan malvado? ¿Por qué hay un conflicto entre el universo de las hadas, perdido en la lejanía de Nunca Jamás, y los piratas? Tristemente, creer en la respuesta a semejantes inquietudes es tan ingenuo como creer en la infancia eterna y la capacidad de volar.

En vez de cuestionar, Pan elude las cualidades más interesantes de su narrativa como un reprimido paciente terapéutico que se descubre en una “película fantástica”, y que debe debe cumplir con distintos parámetros en consecuencia. ¿Cuáles? Escenas de naves piratas que chocan entre si, de vuelo y peleas que exageran su duración y estilo (que las cosas sean veloces y turbulentas no las hace necesariamente interesantes), y comienzan a demostrar, con horror, las ineficiencia en los cimientos del espectáculo.

Garfio es sin duda la primera víctima del derrumbe. No sólo se desconocen los motivos para la radical transformación de su personaje, en cuanto toma posesión de la nave voladora que lo aleja - junto a Peter - de Barbanegra, es fácil descubrir que Garrett Hedlund no es particularmente bueno, al menos para este rol. Su tranquilidad inicial es reemplazada por una mezcla de Aaron Staton y Chris Pratt con voz exagerada que jamás supera a la imagen de un personaje terriblemente consciente de su actuación, hecho palpable en la cinta.

Cuando Peter y Garfio conocen a Tigrilla (Rooney Mara), líder de la tribu nativa en Nunca Jamás y portadora de información respecto al origen del héroe (y su potencial destino), el paralelismo de Pan con otro reciente fracaso se vuelve muy claro: Las hermanas Mara no han tenido muchos éxitos cinematográficos recientemente. El papel de Kate Mara en la desgraciada Los 4 Fantásticos es muy similar al de su hermana menor, pese a la diferencia de contexto. Ambas son espectadoras de un espectáculo en picada, recitando líneas de una narrativa que se enreda con el paso de cada minuto. Pero la responsabilidad no es de Rooney Mara, o Garrett Hedlund, o Hugh Jackman, ni de Levi Miller, que lucha - con relativo éxito - por mantener credibilidad durante su transformación de héroe infantil a víctima de un miedo freudiano, de un segundo al otro.

Al final, la frase de Nirvana (y aquella que le sigue inmediatamente) revelan las premisas que sostienen a Pan:

“Aquí estamos, entreténganos”

“Nos sentimos estúpidos, y contagiosos”

Al ver Pan, habrá generaciones envejecidas en tanto que la historia de su pasado se ve reemplazada por este nuevo planteamiento. Pero también son una audiencia que, probablemente, ha madurado con los años. Las historias seguirán siendo de buenos contra malos, pero en muchos casos, hay un esfuerzo por entender a ambas partes, a crear personajes vulnerables, complejos, argumentativos. Prueba de ello es Christopher Nolan y Batman, o Peter Jackson con El Señor de Los Anillos. La saga de Harry Potter fue creciendo en oscuridad estética y narrativa conforme al crecimiento de sus protagonistas. La fantasía en el cine será entretenida, pero no necesariamente construida en la estupidez.

Pan parece incapaz de fusionar ambas intenciones. Es una película que busca emocionar y entretener a la audiencia que venga. Pero su intento por re-escribir la leyenda de un personaje legendario cae de bruces ante la incongruencia de sus personajes, al final intentando rescatarse a si misma con el argumento de que “los buenos son buenos, y los malos son malos” Pero no funciona así. La súbita transformación de Barbanegra de un personaje conflictivo a villano dictatorial en cosa de minutos no es sorprende ni radical, sino apresurada e inverosímil, dando por hecho que la audiencia lo aprobará sin problemas por estar viendo una película del “género fantástico” La exploración de Peter Pan como personaje se da a cuenta gotas, en favor de seguir una estructura no sólo formuláica sino aburrida, porque ninguno de los personajes está interesado en ella. Incluso Cara Delevingne, en un breve cameo como sirena que pretende revelar el pasado de Pan, lanza un rostro de indiferencia antes de desaparecer. Y ni se hable de Garfio.

Pan es una cinta que busca seriedad en su historia, pero se ahoga en suficiente inseguridad para no encontrarla. No todo está perdido, especialmente con Levi Miller a la cabeza. Es probable que haya una secuela (aunque sea para repetir la historia que todo el mundo ya conoce), y que el regreso a Nunca Jamás entonces valga la pena. Pero para que ello funcione, hay que llevar el mapa.