Manuel Cruz
@cruzderivas
Pride es otra comedia europea con algo que decir, aunque su trama recuerda la dificultad del pasado, y la que queda en el presente. La cinta se sitúa en el gobierno de Margaret Thatcher, donde la homosexualidad era vista como una mezcla de pecado y símbolo de la degradación social. Pero los homosexuales no son los únicos bajo ataque del gobierno. De esa forma, Mark (Ben Schnetzer) decide crear el LGSM, un grupo de gays y lesbianas en apoyo a los mineros en huelga. Pero cuando él, Joe (George MacKay), Steph (Faye Marsay) y Jonathan (Dominic West) viajan a Gales para ofrecer su ayuda, descubren que demostrar la igualdad no será tan fácil.
Pride se enfoca en la relación de ambos grupos, en parte para ofrecer momentos de humor que jamás rozan en lo ofensivo, pero también para demostrar las similitudes entre personajes abandonados por su sociedad. Ese vínculo une al LGSM con el pueblo de Onllwyn, cuya resistencia civil se compone de Hefina (Imelda Staunton), Sian (Jessica Gunning) Dai (Paddy Considine) y Cliff (un inusual Bill Nighy), entre otros. La cinta enfrenta los conflictos morales y sociales de su historia y contexto con personajes verosímiles, demostrando su cambio de percepción - o resistencia al mismo - en escenas conmovedoras pero nunca cursis.
Pride cuenta todas las facetas de una historia compleja con honestidad, y se apoya - como muchas cintas del continente - en un elenco de veteranos para hacerlo: Bill Nighy, Imelda Staunton y Dominic West continúan demostrando su rango actoral, pero Ben Schnetzer y George MacKay se presentan como interesantes talentos en potencia. La historia de Pride fue real, y Matthew Warchus (director de la cinta) se esfuerza en mantenerlo así. Con la validación del matrimonio homosexual en México y Estados Unidos, Pride es un recuerdo de todo lo que se ha podido hacer, pero también lo que falta.