Project X. Con X de eXceso

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Al que subscribe, no le cuesta reconocer que no sabe muy bien como empezar esta crónica. Project X resulta ser una película desconcertante. A medio camino entre el falso documental y la comedia adolescente, los 90 minutos de metraje se muestran como un derroche hormonal narrado con estética de videoclip y aliñado con música de pista de baile de calidad, sobre una gigantesca fiesta que bien podría haber patrocinado la MTV por el modo de vida disoluto y hedonista que propone.

Pero vayamos al film mismo. El británico Nima Nourizadeh, se atreve con la delirante historia original de Michael Bacall, responsable del psicodélico guión de Scott Pilgrim vs The World. Nourizadeh consigue subyugar al espectador en una película visualmente orgiástica, saturante en contrastes donde poco a poco, nos vemos inmersos en secuencias de planos aberrantes mezclados con otros delicadamente compuestos (lo queda muestras del buen hacer del director) dando a entender que el caos está ahí, en armonía con la belleza, pero al acecho para desatarse bajo cualquier pretexto, y eso, estimado lector, no es más que la narración de lo que es la vida misma.

 

 

Para llegar hasta este punto, los protagonistas, un trío de chavales no especialmente populares, deciden hacer una fiesta que, a modo de iniciación a la madurez, les dote de la fama a la que aspira cualquiera en plena adolescencia. Así, bajo la excusa del cumpleaños de uno de ellos, deciden llevar a cabo lo que en principio no debería ser más que una comedida junta de piscina aprovechando la ausencia de sus progenitores de "cincuenta personas como mucho". No tardará en correrse el rumor lo que lleva a cientos de jóvenes a la cita, dando lugar a situaciones inverosímiles con desenlaces ciertamente imprevisibles.

Drogas, sexo, música, todo se fundirá en un peligroso cocktail bajo la desesperada mirada de unos vecinos que asisten impotentes a lo que se desarrolla en su pacífico vecindario.

Y es que hablamos de una película con una propuesta donde el verdadero protagonista es el descontrol. Si nos paramos a pensarlo, y tras darle dos vueltas, Project X, bajo el pretexto de una película adolescente, nos habla de la represión en la que vive la sociedad occidental personalizada en los padres Thomas, el protagonista, y como la ausencia de los mismos resulta en la desinhibición, en el desenfreno que se manifiesta en la virtual destrucción de un barrio de clase media de las afueras de Pasadena, resultando a primera vista en una comedia ligera adolescente, de aquellas que tanto proliferaron en los ochenta (pensemos en Porky's) pero adaptada a tiempos más actuales, sin inhibición alguna, pura adrenalina y descontrol plasmado en la retina del espectador.

 

 

Sin embargo, en Project X, no tiene sentido hablar de un argumento. Este emana de la multitud que abarrota la pantalla. Tampoco tiene sentido hablar de una banda sonora, pues aunque cuidada, parece nacer de la propia improvisación de la fiesta que acompaña de forma continua el devenir de los personajes. Los diálogos se presentan como ráfagas cortas que sólo sirven para encadenar una nueva andanada visual que resulta ópticamente extenuante, con lo cual el resultado es una sucesión de visiones a modo de descomunal melopea, pero que termina sin dejar resaca.

Así, con el material resultante, es difícil hablar de una película tradicional, y más bien deberíamos hablar de algo que entra en el terreno experimental. Ignoramos sin conscientemente o por accidente, pero el resultado es incategorizable. Tras el visionado, no sabremos si hemos visto una comedia, un drama o un video musical. No se lo planteen. Simplemente hagan lo que hicieron con toda probabilidad alguna vez en su vida. Véanla y déjense llevar sin pensar demasiado en las consecuencias. Ya lo digerirán al día siguiente.