¿Qué nos han dejado las películas de superhéroes en la primera mitad del 2016?

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Las horas que limando van los días, y los días que royendo van los años, escribe un poeta español… Y las horas fueron termitas carnívoras, y los días, polillas de fauces gigantes, porque ya estamos más allá de la mitad del 2016, y cuatro de las grandes apuestas del cine de superhéroes ya fueron estrenadas. Desde hace tres años se avizoraba esta expectación, cuando en la Convención de Cómics de San Diego se anunció que se filmaría Batman v Superman. Sin ser docto en las artes adivinatorias, se podía afirmar desde el 2013 su éxito en taquilla, e incluso su recepción maniquea, teniendo en cuenta la fama del director, las legiones de detractores y fanáticos de El Hombre de Acero, y que se juntaban dos de los afectos culturales más enraizados en Occidente: los primeros héroes de la infancia.  Y el escenario fue el esperado: el filme recaudó más de 850 millones en el mes que estuvo en cartelera, Zack Snyder no logró un atinado acercamiento a las motivaciones de sus personajes, la crítica fue severa ante tanta solemnidad, y los fanáticos siguen rellenando los huecos argumentales, con más ingenio que los guionistas de la película.

Batman v Superman: los fanáticos siguen rellenando los huecos argumentales, con más ingenio que los guionistas de la película
Batman v Superman: Los fanáticos siguen rellenando los huecos argumentales, con más ingenio que los guionistas de la película

Los universos de Fox y Marvel tuvieron una recepción más benévola, aunque amparadas más por lo construido por anteriores entregas. Bryan Singer parece aludirse cuando Jean Grey (Sophie Turner) sentencia que las terceras partes son las peores; si bien respeta la espectacularidad y la frescura de la saga, X-Men: Apocalipsis carece del trasfondo de las otras entregas que permite una lectura crítica hacia la disgregación de grupos minoritarios; tampoco se logra establecer en ella una trama en donde el mosaico de personajes tenga sentido como en X-Men 2; los nuevos mutantes son prescindibles, como Psylocke o Arcángel, y se obsequia un forzado protagonismo a Jennifer Lawrence. Apocalipsis (Oscar Isaac), un ser que puede convertir en arena a sus adversarios, nunca representa una amenaza real, aunque los antagonismos débiles son ya una generalidad en este tipo de producciones. El caso del Barón Zemo (Daniel Brühl) de Civil War es extremo; aparece en escena por una suerte de manual en el cual se indica que las fuerzas del bien deben ser desafiadas por la oscuridad. Aquí el villano es una anomalía en el guion; los hermanos Russo aprovechan los rasgos psicológicos asentados en los personajes insignia para generar un clímax, que va de una confrontación de cómo asumir el papel de superhéroe frente a las normas mundiales, a otro más íntimo que involucra los apegos vitales. El plan maestro del barón Zemo es un quiste en la estructura narrativa, que no alcanza a incidir crucialmente en la intensidad del último acto entre el Capitán América, Iron Man y el Soldado de Invierno, porque los motivos de ellos se encuentran impregnados en su universo cinematográfico.

Apocalipsis (Oscar Isaac), un ser que puede convertir en arena a sus adversarios, nunca representa una amenaza real
Apocalipsis (Oscar Isaac), un ser que puede convertir en arena a sus adversarios, nunca representa una amenaza real

Es a principios de año donde encontramos la mejor apuesta del género hasta el momento, en un personaje no tan heroico. Deadpool es una afortunada traducción del mundo de las historietas al cine; si bien el personaje ya contenía varias virtudes que en cuanto a narrativa lo hacían muy “cinematográfico”, como la ruptura que hace de la cuarta pared, o su sentido del humor basado en referencias culturales, Tim Miller muestra una habilidad notable para no sólo hacer un montaje de viñetas sobrepuestas una tras otra. La primera mitad del filme es una aparatosa secuencia de acción en la cual se intercalan flashbacks —escenas dignas de una comedia romántica heterodoxa— que explican las motivaciones del llamado Mercenario Bocazas por los cuales hace remolacha a un grupo de hombres. No se observa en el guion el afán desesperado de hacer encajar guiños a la fuente original, y en cambio, las secuencias y los recursos narrativos tienen un propósito. Quizá sea el espíritu de ser una tomadura de cabello lo que le permite que todas sus partes embonen con armonía, pero Deadpool es una aventura fílmica entrañable, con gran sentido del humor. ¿Qué otras reflexiones quedaron al respecto en la primera mitad del 2016?

Deadpool: Una comedia romántica heterodoxa
Deadpool: Una comedia romántica heterodoxa

El sentido del humor vs. la complejidad del alma

Hay una escaleta presupuestada en el Universo Cinematográfico de Marvel cuyo sonsonete son los comentarios humorísticos en situaciones complicadas. Y no es nada nuevo: desde los ochenta, John McClane (Bruce Willis) en Duro de Matar posee la admirable capacidad de decir el comentario indicado cuando está a punto de vencer y matar al terrorista en cuestión: “Yippee-ki-yay, motherfucker”. En algunas películas de Marvel, el humor es parte esencial de sus personajes, como en Los Guardianes de la Galaxia; en otras como en Iron Man 3, la profusión de chistes merma la hilaridad. En Civil War, en la batalla del aeropuerto, raya en el límite de la efectividad tanta palabrería, quizá algunos cuantos golpes más pudieran haber añadido emotividad a la secuencia. Sin embargo, esas falencias de acción son pecata minuta, y no una cuestión que involucre la verosimilitud y la calidad de la historia.

Uno de los argumentos que esbozan los defensores de Batman v Superman es la compleja urdimbre detectivesca y la tragedia en las almas de los protagonistas, como si el drama implicara cinco estrellas en la escala del arte: apreciación tan ingenua como afirmar que toda la cinematografía francesa es extraordinaria o que los filmes de superhéroes son un genocidio cultural (a todo esto, ¿qué habrá querido decir González Iñárritu con esa azarosa combinación de palabras? No ha de ser algo bueno por eso del genocidio).

El dichoso servicio al fanático

¿Hasta dónde funcionan los calcos de viñetas y las referencias al universo comiquero para contar una historia en el celuloide? En X-Men: Apocalipsis la torva horda de fanáticos se desgarraron las vestiduras al ver la caracterización del villano, y se quedaron sin aliento de la felicidad cuando vieron a Psylocke y a Storm con sus atuendos clásicos de los cómics; ya ni hablar cuando se presentó la primera imagen promocional de Deadpool. Quien haya leído la línea argumental de la Guerra Civil de las historietas (que tampoco es una genialidad como muchos vociferan), habrán notado el guiño en la secuencia final, cuando en batalla, el Capitán América se cubre con su escudo de los rayos de Iron Man.

Civil War: El guiño a la historieta
Civil War: El guiño a la historieta

Es sencillo aseverar que la fotografía, la iluminación, el diseño de arte, etcétera, deben establecer una comunión con lo que se está contando, y que el fan service no está exento de dicho engranaje; no obstante, en esta primera mitad del 2016, hubo una tendencia de añadir este tipo de elementos que no aportaban mucho a la trama, y que, en cambio, la entorpecían. El sueño de Bruce Wayne en Batman v Superman pudo ser una expresión genuina del inconsciente, de tan incomprensible, y resultó ser una referencia a las Crisis Infinitas y a no sé qué argumento que incluye a un Superman malévolo. En Civil War y en X-Men: Apocalipsis, el servicio al fanático ocasionó que las productoras armaran repartos multitudinarios, con personajes a los cuales se obsequiaban pocos minutos, y que difícilmente se justificaba su presencia. ¿Qué hacía Ojo de Halcón (Jeremy Renner) en el borlote civil?

Las películas de superhéroes están perdiendo personalidad

Zack Snyder es un director no tan interesante, pero su obsesión con la cámara lenta y los planos largos que permitían ver el escenario entero otorgaban cierta marca a sus secuencias de acción. Desde El Hombre de Acero, tal parece que filma a tres pasos de los actores y con iluminación de burdel, por una absurda presunción de que así obtendrá una mayor densidad dramática. ¿Tendrá que ver este cambio de enfoque con la distinción que Warner Bros. quiere establecer respecto a la competencia? En el Spiderman de Sam Raimi, se percibe un sello de autor inconfundible (en Spiderman 2 la secuencia del Dr. Octopus atacando a doctores en una sala de cirugía nos evoca El Despertar del Diablo). Jon Favreau, en Iron Man, consigue hacer una crítica a la industria armamentística de los Estados Unidos.

Esta personalidad que los directores imprimían en los primeros filmes del género se está diluyendo, conforme las productoras se inmiscuyen. Batman v Superman y la creación del universo de DC se origina por una razón de mercado, al igual que la inclusión inmisericorde de personajes y el servicio al fanático. La distinción entre humor o drama es como agregar un diferente saborizante al refresco de cola. Las audiencias están convirtiéndose en targets. Las películas de superhéroes están mutando en productos de línea.