Quinto Día de Sitges

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El festival de Sitges llegaba a su ecuador, y lo hacía cargado de películas de temática de lo más variopinta y consagrado en gran medida a los habituales del festival.

Porque ya es habitual hablar de Quentin Dupieux y su surrealismo mordaz e hilarante. Si ya asombrara con Rubber en 2010, y con Wrong en 2012, en el 2013 es el turno de la secuela... o algo así de Wrong. Y es que hablar de películas con un denominador común, el humor, porque lo demás es pura improvisación mental. No hablamos de guión, cuidadamente estudiado, si no de películas que desafían los esquemas racionales. Así, no es raro ver una escena donde un ciudadano conduce marcha atrás su coche, como en Nonfilm... sin más; simplemente en el poco euclídeo universo del canadiense, el mundo se mueve así. Wrong responde a este mismo esquema de iracionalidad. En esta ocasión, un grupo de policías que deben deshacerse de un cuerpo al que disparan accidentalmente. La película resulta, sin duda, la menos bizarra de la que su filmografía, contiene aun así las suficientes dosis de bizarrismo como para desafiar la buena lógica, siempre peleada en esta película con la transgresión. Con un reparto de caras pocas conocidas entre las que sobresale el músico y showman Marilyn Manson, Wrong Cops hizo las delicias de los amantes del universo Dupieaux.

Completamente alejada en todos los sentidos, The Demon's Rock, de James Sizemoore, se andentra en terrenos escalofriantes con portales mágicos, demonios, hechiceros y niños. Semejante mezcla sólo es posible conociendo la mente de su director, pues Sizemore es un artista polifacético, pintor, músico, criptólogo, pero sobre todo, cabe destacar por haber fundado su propio grupo artístico de tintes sectarios, "The Black Riders"  en la rural Georgia. The Demon's Rock se presentaba como más como un manifiesto fundacional que como una película en sí mismo, para lo que contó en su rodaje con semiprofesionales de su círculo. El argumento consiste en un niño que accidentalmente abre un portal a una dimesión paralela donde es tomado a su cargo por un hechicero al que forma. Una serie de acontecimientos hará que el mal se cuele en nuestra pacífica existencia. No obstante, la película adolece de profesionalidad en las interpretaciones que lastran toda la película, lo que hace que, a pesar de una visualidad que nos retrotrae al cine de Fulci o a los años mágicos del Giallo, el film se mueva por una frontera entre el movimiento indi y el cine casero.

Abandonábamos los universos paralelos de Wrong Cops y The Demon's Rock para adentrarnos en la primera película asiática del día. Kiyoshi Kurosawa, el ganador del premio la Màquina del Temps y especialista en cine de ciencia ficción clust, dirije Real, una película japonesa que nos muestra los esfuerzos de de Koichi por acceder a la mente de Atsumi, su compañera en coma. Con un argumento cercano a clásicos como The Cell, o Inception. A pesar de sus prometedores comienzos, la película va perdiendo ritmo y se enrevesa en una serie de giros sin demasiado sentido que terminan por cansar al espectador, que llega a pedir la hora cuando la película cierra en falso el final para introducir un sobremetraje completamente supérfluo. Tal vez debido a las pobres actuaciones de sus actores principales, tal vez debido a la pobreza del guión, o quizás por el poco ritmo, la película terminó por agotar al respetable que salió decepcionado con la cinta.

 

Y como el día venía dado para directores recurrentes, se terciaba elegir A Field in England como siguiente proyección de la parrilla. Dirigida por Ben Wheatley, el director de Kill List y Sightseers, nos muestra ahora un film ambientado en la guerra civil que enfrentó a los ejércitos de Cronwell y del rey en la Inglaterra del siglo XVII. La película, completamente rodada en blanco y negro, nos cuenta el encuentro de un pelotón de harapientos soldados con un curandero que les administra hongos psicotrópicos antes de la batalla. El alucinógenos resultado puede preveerse. Sin embargo, podemos decir que la película resulta insoportablemente lenta, más cerca del videoarte que de un largometraje en sí mismo, hasta el punto de destacar las numerosas deserciones en la sala. Cine británico, que siempre resulta ser cuando menos peculiar.

Y hablamos de otro clásico del festival. Richard Stanley (Hardware, programado para matar, Dust Devil y La Isla del Doctor Moreau), que presentaba en esta ocasión un documental que raya la investigación paranormal sobre el misticismo occitano. En la región donde triunfó la herejía cátara, algo quedó y Stanley nos lo muestra, saliéndose de las carreteras para adentrarse en la campiña en la búsqueda de su yo místico. El resultado es un documental que  narrado con elementos góticos, tiene un aire New Age que aleja al espectador de la realidad y como documental, tiene poca solidez debido a la carencia de hechos y a la pobre conducción que da vueltas en torno a los mismos temas recurrentemente. Esto hace que pierda su perfil agnóstico y el realizador se implique en lo que por otra parte, es un análisis de una experiencia personal.

Y con Francia seguíamos, y es que desde el pais al norte de los Pirineos, nos llegaba La Fille de Nulle Part, del veterano Jean-Claude Brisseu que tras pasar por la cárcel después de un turbio asunto de agresiones sexuales, presenta, tal vez con cierto mensaje, la historia de un viudo que acoje a una joven deshauciada a la que han dado una paliza. Conforme se va recuperando, van ocurriendo extraños sucesos en la casa en el que el espectador puede ver, si es hábil, el argumento paralelo curiosamente entrelazado.

De California llegaba Coldwater, el primer largometraje de Vincent Grashaw. Después de haber sorprendido gratamente con la fábula nihilista Bellflower en 2011 (donde interpretaba un papel de reparto y que también producia)  Vincent Grashaw recoge algunos elementos de aquella magnífica película que tuvo tan buena acogida en la edición de 2011. Aquí, veremos en formato de thriller las dificultades que experimentará un adolescente conflictivo al que sus padres envían a un campamento militar de verano.

El día terminaba con For Those in Peril, una inclasificable obra visual británica que cuenta con el actor Michael Smiley al que también hemos visto hoy en A Field in England. Dirigida con pericia por el nóvel Paul Wright, la película nos cuenta una historia de culpas mal llevadas cuando un barco naufraga y su único superviviente tiene que volver a la vida cotidiana. El aislamiento al que le someterá la sociedad, que le culpa de la muerte de los demás tripulantes, le llevará a crear un universo alternativo donde todos siguen vivo.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=YBep5hutSto