Está el rumor de que Alejandro González Iñárritu es terrible. Está la historia de que el rodaje fue infernal. Está el hecho de que Emmanuel Lubezki grabó todo con luz natural, por si el mundo tenía dudas de su genialidad. Y está la expectativa para que Leonardo DiCaprio tenga su Óscar este año.
Revenant: El Renacido lleva todo ese espectáculo detrás, y desde meses antes de su estreno. En una estrategia comparable a Lo que el Viento se Llevó, se plantea a la cinta como una especie de evento histórico, como el resultado de un esfuerzo que quizás la supera en escala e importancia. Mientras que los cineastas, como Iñárritu,la pueden ver dispuestos a aclarar si todo valió la pena, el público quizás satisfaga una porción de morbo oculto, o encuentre una sofisticación en ver cine que "según se cuenta, fue muy difícil de hacer, incluso peligroso" El chisme es tan viejo como Hollywood, y si la trama de un mexicano grabando en mitad del frío capto atención, sólo resta imaginar que hará el mundo con la posible película de "El Chapo" (si es que la reciente historia alrededor de ese tema no es suficientemente "escandalosa")
Pero Revenant es una película, es una pieza concreta. Y en ese sentido, lo que aporta al cine de Hollywood es casi una contradicción a todo el chisme y tabloide que la rodea. Detrás de su espectáculo, existe quizás la película más realista que Hollywood ha visto en mucho tiempo.
Ello no implica que ambos términos sean una contradicción, ni en el mundo de la cinta, ni en la realidad después de ella. Comenzando en el mundo de la cinta, Revenant inicia con sigilo, que encuentra su posible explicación en la caza de un animal, por manos de su hijo Hawk (Forrest Goodluck) y Hugh Glass (DiCaprio). En otra parte del inmenso bosque que habitan, John Fitzgerald (un irreconocible Tom Hardy) y otros hombres destripan a sus presas para encontrarles utilidad: carne que comer y pieles que vender, comandados por el capitán Henry (el nuevo Benedict Cumberbatch de la omnipresencia, Domhnall Gleeson). No pasa mucho tiempo antes de que el grupo sea atacado por una banda de indios, y la mancuerna Iñárritu-Lubezki comience a relucir: las coreografías planteadas por el director y el ojo de Lubezki, plasmado en lentes angulares durante el transcurso de la cinta son uno mismo, planteando una interesante ironía terrenal: todos los personajes parecen en el encierro, pese a ser un detalle más de la inmensa naturaleza que habitan, mientras que la violencia entre los indios y los colonialistas enfatiza la tensión que los rodea. Y quizás esa es la mejor forma de sintetizar las escenas más "intensas" de Revenant: un trabajo de énfasis, no exageración.
Lo cual termina conduciendo al realismo: después de que Glass es herido por un oso grizzly (en una secuencia donde se utiliza a uno de los pocos elementos generado por computadora en la cinta), el resto de la tropa se esfuerza por transportarlo hacia el final de la travesía en el frío. Una vez que el grupo se separa, Fitzgerald y otro colega Bridger (Will Poulter) se ven obligados a cuidar de Glass, pero la hospitalidad dura poco. Motivado por ganar su sueldo tras llegar al campamento de sus jefes, Fitzgerald entierra a Glass tras asesinar a su hijo, con la idea de nunca volverlo a ver. Pero Glass, desde luego, renace, y comienza un viaje de venganza a través de un clima y naturaleza completamente impredecible.
Es en este punto donde se podría decir que Revenant pierde su energía, que aburre, y acaba siendo una espectacular colección de imágenes delante de una trama indiferente. Pero si la crítica de cine existe para algo, es para proponer nuevas perspectivas, y es ahí donde Revenant podría hacer una pequeña revolución en el terreno del cine hollywoodense como película, independientemente de su realización. Aún cuando la venganza empuja a Glass, las casi tres horas de duración de la cinta lo colocan en diversas situaciones de supervivencia: Glass sale de la tumba gateando, y no aprenderá a caminar hasta poco después. Pierde sus herramientas. Tiene hambre, y sed. Está solo. Iñárritu buscaba retratar aquellas situaciones con realismo, y de ahí viene el rodaje en el el frío, y el uso de luz natural. Pero la estética es consecuencia de una decisión narrativa, y un manejo del tiempo que, por momentos, se asemeja a Jauja de Lisandro Alonso, o Un Lac de Philippe Grandrieux.
Revenant podría ser "lenta", porque la lucha de un hombre contra su entorno lo es, a veces (y las dos películas previamente mencionadas lo han demostrado, con menor presupuesto y popularidad) Quizás semejante decisión no resulte entretenida para todos, y ello la convierte en uno de los elementos más importantes de la cinta: el hecho de que Iñárritu coloque a DiCaprio en una narrativa de brutal sobrevivencia permite romper (una vez más) el mito de que el público hollywoodense (en si un término ambiguo) sólo quiere lo que considera seguro. Ante la audiencia de evidencia concreta, este debate se puede convertir en un juego de perspectivas: si bien es cierto que la última Star Wars se ha tratado récords de taquilla, y la presencia cinematográfica de Marvel y DC apenas ha comenzado, En Primera Plana ha sido nominada a varios premios esta temporada. Nadie se va a olvidar de Paul Thomas Anderson, Gus Van Sant, o Alexander Payne. Y nadie se va a olvidar de Revenant por una multiplicad de razones.
No sólo es una cinta que regresa al aspecto más "tradicional" del quehacer cinematográfico, lejos de - según Iñárritu - el "comfort" de las pantallas verdes (aunque el oso, tristemente, no es real), introduce un ritmo a su narración que podría ser inusual o atrevido pero no inútil o "desapetecible para un gran público". Es una declaración de la fotografía como una herramienta de narrativa y sensación, y no el simple objetivo de "presumir" un registro en luz natural. Se puede decir algo similar de DiCaprio: otro "carita" de la gran industria ejerce quizás la herramienta más definitiva de la actuación: la versatilidad. También se abre (aunque en un aspecto debatiblemente secundario) una visión específica y sin prejuicios de los indios americanos, que se explica a detalle en el siguiente making of:
Revenant no se trata de los premios, o de cómo decide Iñárritu llamarse públicamente. Se trata sobre el cine como una herramienta de exploración, un misterio que no se reduce a un público elitista. No es una solución, en parte porque el problema es difícil de identificar concretamente. Pero es otra demostración de que el "mito del público ideal" es exactamente eso. Es cine como sorpresa, como una emoción que permanece en la víscera y la mente del espectador. ¿Debería Jaujay Un Lac recibir el mismo reconocimiento? Francamente, si. ¿Puede Revenant ayudar en ello? Es difícil saberlo. Durante los Óscar de 2000, Kevin Spacey mencionaba su deseo porque historias como en las que había participado tuvieran una mayor apertura, pero todo dependía del dinero disponible. Ese año, Spacey ganó mejor actor por Belleza Americana, que también se llevó la estatuilla a mejor película. Años después, Alfonso Cuarón fue reconocido por Gravity, pero nadie le hizo caso en ese círculo cuando estrenó Children of Men. El mundo del cine y su público es un río inmenso. Podría decirse que está lleno de la misma agua, hasta que algo como Revenant lo contradice, aunque sea por un momento, en una esquina. Eso en sí ya es un logro notable.
Manuel Cruz
@cruzderivas