Cinemex

Cinemex, cómo te extraño.

cinemex.jpg

Sentada en una sala de cine gringo del tamaño de un elevador, mientras el olor a palomita rancia dominaba el ambiente, no podía dejar de pensar en la maldita pelotita roja que rebota por la pantalla antes de cada función en Cinemex.

Odio a esa pelotita. Odio la mala animación con la que está hecha y odio todos los comerciales a los que Cinemex obliga a ver al público antes de las películas. Odio también los propios anuncios de Cinemex que nos hablan de su tarjeta de miembro especial pero odié más que a ninguno otro el anuncio de su décimo aniversario, pues pasó durante un año completo antes de cada película. Sin embargo, no puedo dejar de sentir en mi corazón un enorme vacío ahora que no tengo un Cinemex cerca.

Hace un par de meses que me mudé a Gringolandia y ya he ido al cine en unas cuantas ocasiones. Pensé que el cine acá debería ser una experiencia maravillosa de principio a fin. No en vano estaba ahora viviendo en el país donde está Hollywood. Así pues, llena de emoción compré los boletos y me aventuré al cine gringo más cercano. ¡Oh, desilusión!