Este post se benefició enormemente de la ponencia y comentarios de la Dra. Alma Delia Zamorano, durante el pasado 5to Congreso Internacional de Teoría y Análisis Cinematográfico, organizado por Sepan Cine y el Festival Internacional de Morelia.
Se acerca la fecha de la curiosa mezcla cultural en que se ha convertido el Halloween y el Día de muertos. Y aunque el debate sobre el predominio de un festejo por sobre del otro es largo y no concluyente en su análisis, lo que sí es posible afirmar es que a no querer, ambas expresiones fueron encontrando la manera de coexistir sin estorbarse.
La temporada es además el tiempo en donde la programación televisiva, cinematográfica y teatral está dominada por el mundo de los sobrenatural. Es por ello que se hace interesante hacer un análisis de cómo esta asimilación cultural se expresa de diferentes formas.
Y para ello nada mejor que partir de una de las figuras sobrenaturales que pueblan nuestra vasta mitología popular alrededor de los muertos y aparecidos: La Llorona.
A diferencia de otras figuras asociadas al terror en diferentes partes del mundo, la Llorona no es un personaje de novela (como es Frankestein o Drácula). La historia parte de una leyenda precolombina asociada a los signos del fin del Imperio Azteca. Posteriormente, en la época colonial se fundió en la tradición oral agregando otros elementos de carácter moral, contenidos en la trágica historia de la mujer que asesinó a sus propios hijos y por ello está condenada a vagar buscándolos.