Tiempo para el humor y el terror gótico en Sitges 2011

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El terror gótico, el humor y el cine de acción asiático se dieron cita en la séptima jornada de competición en Sitges 2011.

La realizadora canadiense Mary Harron presentaba cinta en el festival once años más tarde de haber arrasado con American Psycho ofreciendo una película de vampiros clásica, explorando el lado más gótico del mito y muy próximo al concepto decimonónico de vampiro, ambientado en un internado femenino con planos cercanos que inducen al espectador un estado de desasosiego familiar que nos trae a la memoria el que ya viéramos en su día en la cinta protagonizada por Christian Bale a pesar de tratarse de temáticas diferentes. En palabras de la propia directora, The Moth Diaries tiene mucho de experiencia vital marcada por la adolescencia de sus hijas, lo cual se deja ver con unos diálogos certeros y cercanos.

Livide, de los franceses Julien Maury y Alexandre Bustillo, ofrece un acertado ensayo de estilos divivido en varios actos donde se dan cita varios de los géneros de terror, con un recorrido ordenado por temáticas y con un argumento bien fresco y bien hilvanado que nos narra la historia de unos jóvenes que deciden robar un viejo caserón donde habita una anciana en coma. La banda sonora enmarca un buen metraje, con una duración acertada que flaquea en las interpretaciones de sus actores evitando la total realización de la obra.

De madrugada se proyectó Burke and Hare, del cineasta estadounidense John Landis, cinta  que nos introdujo en clave de humor en el macabro mundo de los ladrones de cuerpos con una atmósfera más dilatada, pero igualmente victoriana, similar a la de Jane Eyre. La interpretación recae principalmente sobre un simpático Simon Pegg en un paso más hacia su consolidación como referente en el cine de humor y al que se echó de menos como pareja de Nick Frost en Attack The Block.

Poco que decir del documental Resurect Dead: The Mistery of Toynbee Tile. Un experimento de investigación sobre una de las leyendas urbanas más populares de norteamérica (la aparición de placas en el suelo de múltiples ciudades en América con mensajes inquietantes) que tiene como principal mérito haber llegado a la sección de No ficción del festival habiendo sido producido con tan poquísimos medios, y que llega a conclusiones interesantes.

De Indonesia llegó The Raid de Gareth Hum Evans, exponente máximo de la tendencia del cine de acción asiático, que rompe los moldes de la tradición del cine chino coreano de artes marciales con una fórmula atractiva con mucha acción y que consiguió arrancar la ovación de los asistentes en numerosas ocasiones (elemento característico de aprobación en este festival). El argumento se antoja superfluo y sirve esencialmente para desatar el ballet de acción que, y ahí está el gran mérito de esta cinta, no satura la retina del espectador en ningún momento y consigue introducirlo en una atmósfera claustrofóbica para contar una historia del asalto policíaco a un edificio controlado por la mafia local que termina, como es de esperar, con pocos supervivientes y mucho plomo derretido.

Pero la gran sorpresa de la jornada ha sido Extraterreste de Nacho Vigalondo que nos ha traído un fresco vodevil con el sello de la televisiva Muchachada Nui con una invasión alienígena de fondo que ha hecho las delicias del público, con carcajadas contínuas y que desató un aplauso de más de un minuto a su finalización. Extraterrestre se apunta al carro del minimalismo escénico demostrando, una vez más, que una idea fresca puede producir un producto más que correcto y llegando a ser a juicio del respetable, una de las grandes sorpresas del festival.