Cine, morbo, homofobia y Fabián Lavalle

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fabián lavalle

La nota roja y de espectáculos estuvo dominada las últimas dos semanas a cubrir la historia de la golpiza propinada al conductor de programas de radio y televisión Fabián Lavalle (mejor conocido como “Fabiruchis”). De la nota de escándalo, a la roja, a la amarilla y a la negra (por el sarcasmo vertido) ha ido la colorida gama en que los medios se han ocupado del tema.

Y por si fuera poco, ahora el cineasta mexicano Miguel Angel Vega, ha externado su interés por hacer una película sobre el caso Lavalle. ¿Qué tiene de especial este asunto? Además de que se trata de una figura pública envuelta en una situación comprometida, por decir lo menos, hay detrás de ella un debate profundo acerca de lo que en el imaginario colectivo se piensa acerca de la violencia, la homosexualidad, y la delgada línea entre la vida pública y la privada.

Porque no hay que perder de vista un hecho básico: La brutalidad con la que fue golpeado Fabián Lavalle no tiene nada que ver con que sea figura pública, homosexual, o su condición económica o social. No hay causa posible que justifique la violencia y la saña con la que fue agredido. Sin embargo, los medios y la opinión pública ya apresuran el veredicto: Eso les pasa a lo que andan metidos “esas cosas.” Como si no circularan permanentemente historias de todo tipo, donde enganchan a incautos (que no son necesariamente homosexuales, ni figuras públicas) para intoxicarlos y robarles. Los chistes y bromas que ya circulan en diferentes medios no son más que una muestra de cómo el machismo mexicano se fue construyendo en antagónico a las otras identidades. Es el machismo (como Mephisto en Fausto) el espíritu que todo lo niega. Y sin embargo no hay nada que valide la supremacía de una identidad frente a otra.

El caso pone al descubierto la profunda homofobia que todavía subsiste en la sociedad mexicana, la hipocresía de los medios y el morbo con que son tratadas las figuras públicas. Sin derecho a la privacidad, es imperativo saberlo todo: desde los detalles sórdidos de una aparente relación sentimental, hasta la publicación de las fotos de Lavalle salvajemente golpeado por su agresor.

Algunos dirán que el propio Lavalle ha vivido de este circo y ahora le toca pagar la factura. Nada más terrible que una sociedad que se rige por el principio del ojo por ojo. Hacer una película sobre el caso solo puede representar un buen intento si recupera parte de las discusiones que están puestas sobre la mesa. De no ser así, resultará un experimento fílmico destinado al video home, y exhibido en el mismo aparador que Mi verdad de Juan Osorio. Otro buen ejemplo de la voracidad del morbo, instalado en la máxima de “lo que sea mientras se venda.”