El cliffhanger

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Si bien como concepto ha existido dentro del teatro y la literatura desde prácticamente los principios de la narrativa, el cliffhanger como concepto - y como un elemento bien definido - se debe completamente al cine. Su traducción literal sería Colgado de un precipicio, y describe los momentos dentro de una narración en donde la trama queda en un momento decisivo, y en el que lo que ocurra en el mismo podrá decidir lo que ocurra tras la misma.

El nombre se deriva de los viejos seriales cinematográficos de los treintas y cuarentas. Dado que sólo se proyectaban unos quince minutos en cada ocasión, y el espectador tenía que volver la siguiente semana, cada uno de ellos dejaba al protagonista en una situación peligrosa - el quedarse literalmente colgado de un risco era muy común - de manera de que se tuviera un motivo para volver en la siguiente ocasión. A partir de ahí, el término se generalizó, volviéndose común en la cinematografía.

A pesar del nombre, un cliffhanger no tiene que ser necesariamente una situación de peligro: Cualquier circunstancia en donde el protagonista esté en un dilema, o que se genere un expectativa fuerte, se puede considerar como tal. Dado que en la actualidad ya no son seriales, usualmente sólo se usa una pausa dramática, para poco después presentar la solución. Sin embargo, aún hay excepciones.

Aunque ya no es tan común usarlo para impulsar al espectador a volver a la sala - pues la gran mayoría de las cintas ofrecen una solución - existen algunos casos en donde se les utiliza para generar interés por una secuela.  En Volver al Futuro y Los Increíbles, por ejemplo, las escenas finales son ganchos para sus secuelas.

Un caso muy particular es el que nos ha manejando el MCU, pues para efectos prácticos, las escenas post-créditos no son más que cliffhangers, que generan el interés del espectador por seguir no una secuela en particular, sino toda la franquicia.