Él Me Nombró Malala

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Poco antes de los atentados terroristas en ParísÉl Me Nombró Malala fue estrenada en distintos países. Una vez más, Davis Guggenheim (director de Una Verdad Incómoda y Esperando a Superman) se alió con un personaje que ha cambiado la historia mundial. Malala Yousafzai ha estado presente en la frontera de Siria, en Nigeria durante el secuestro de estudiantes femeninas por parte de Boko Haram, y las Naciones Unidas, entre otros lugares. Y aunque el documental de Guggenheim obviamente no alcanza ni predice la tragedia en Paris, hay algo en el pensamiento de Malala y su padre, Ziauddin Yousafzai, que se vuelve clave para la situación: Antes de que su hija fuera atacada por los talibanes por exigir el derecho de las mujeres por ir a la escuela, antes de que sobreviviera su muerte, al mismo tiempo transformándose en una presencia mundial y arrastra a su familia a una nueva vida en Inglaterra, lejos de su residencia, el Valle de Swat en Pakistán, bajo la amenaza por parte del Talibán su asesinato si regresa, antes de todo eso, su padre, profesor y director de una escuela en el valle, comenzó a hablar en contra del estado dictatorial que comenzaba a acechar a su hogar. Los argumentos son muchos, pero uno resalta: Las acciones del talibán, desde la censura mediática hasta el asesinato previamente anunciado, van en contra del Islam. Y tal como otros confirmaron hace unos díasSer creyente no equivale a ser terrorista.

Gran parte de la trama se centra en Ziauddin y Malala Yousafzai, padre e hija
Gran parte de la trama se centra en Ziauddin y Malala Yousafzai, padre e hija

Ser creyente tampoco equivale a perder un instinto de inteligencia y rebelión, características que Ziauddin enseñó a sus alumnos por el mayor tiempo posible. Tal como él y su hija recuerdan, el Valle de Swat era un paraíso aislado del mal, donde la inteligencia, la libertad de expresión y un particular cariño por la oratoria - tradición familiar, al menos desde el padre de Ziauddin - reinaban. El pasado de ambos consiste ahora en recuerdos, hábilmente narrados en forma de animación por Guggenheim, en asociación con Jason Carpenter. El presente es más frío. Él me nombró Malala es un recuerdo vivo, bailando entre las anécdotas de sus dos protagonistas (con ayuda ocasional de sus hermanos Khushal YousafzaiAtal Yousafzai, su madre, Toor Pekai Yousafzai) y fragmentos de noticias que explican la tragedia a su alrededor, hasta convertirse en una narrativa clara. Aún cuando la estructura es entretenida y - en ocasiones - intrigante, el enfoque de Guggenheim está debatiblemente en otro lugar: Malala misma.

Al igual que con Al Gore en Una Verdad Incómoda, Guggenheim es testigo y no capitán, dejando que Malala explique quién es mediante acciones. De una forma similar a Buscando a Sugar ManEl me nombró Malala demuestra que algunos héroes son profundamente humanos, y que esa humanidad puede ser raíz de una inspiración universal. Ella lo confirma: Durante una de múltiples entrevistas, presentadas al inicio de la cinta, una reportera cuestiona su futuro, si hubiera continuando siendo una “chica normal”. Malala aún se considera normal, y varias escenas - el desayuno familiar donde crítica sarcásticamente a sus hermanos, y su esfuerzo por obtener mejores calificaciones escolares - lo confirman. Pero, en sus palabras: “Si mi familia fuera tan conservadora como otros, me estarían viendo con dos hijos a mi lado”

El último documental de Davis Guggenheim, además de presentar una narrativa honesta e inspiradora, es un documento histórico. Los principios de vida detrás de Malala, en particular el papel de la inteligencia y la expresión por encima de cualquier forma de control, son una referencia posible para el resto del mundo. Y así como ella desafió al Talibán bajo esos principios, lo mismo debe ocurrir con generaciones futuras. Malala es Premio Nobel de la Paz por su constante esfuerzo en fomentar la educación femenil, pero la razón detrás de sus acciones es quizás lo más característico y relevante de la humanidad: El ejercicio de libertad.